miércoles, 10 de febrero de 2010

Más sobre "best sellers"

El sueño dorado de todo escritor –y de todo editor- es publicar un libro que se convierta rápidamente en “best seller”, lo cual no es fácil.
Influye mucho la suerte, y no me digan que la suerte, o el azar, o como quiera llamársela, no existe. A Juan le toca mañana el premio gordo de la lotería y se hace millonario en un dos por tres. Y a José se le cae una maceta en la cabeza desde un piso alto y se la abre como una sandía. Perdónenme que sea tan gráfico, pero si tienen un poco de paciencia y siguen leyéndome descubrirán que Rosa Montero es todavía más descarnada, término que ella misma utiliza.
Los editores, que se supone que son los que más entienden, reconocen que tienen, con harta frecuencia, las mismas dudas que los escritores acerca del éxito del libro, una vez lanzado a la calle.
Ciertos autores, en su afán de que el libro que están escribiendo se transforme en un “best seller”, utilizan determinados métodos o sistemas para que la novela, o lo que sea, les salga interesante y bien escrita.
Paulo Cohelo, que tiene un libro en la vidriera de todas las librerías, un año tras otro, sostiene que hay que apostar al costado femenino de la existencia.
Dan Brown, autor de “El Código Da Vinci”, escribe en bloques de noventa minutos. Entre bloque y bloque se cuelga de una viga del techo cabeza abajo para que la sangre fluya mejor a su cerebro y le salgan buenas ideas.
Para Rosa Montero, la amena columnista española del dominical del diario El País de Madrid, “el trabajo del novelista es muy descarnado; es como si te sacaras el hígado, lo pusieras sobre una mesa, llamaras a todos tus amigos para que opinaran y te dijeran cosas como éstas: ‘¡pero qué asco!’, o ‘¡qué lindo hígado!’ ”.
John le Carrè, autor de novelas de espionaje tan exitoso que los servicios de inteligencia le copian, entiende que lo primero que hay que hacer es tomar al lector de una oreja y hacer que se siente a escuchar.
Algunos dicen que no es malo trabajar mucho, muchas horas por día, romper papeles y volver a empezar. Hemingway confesó que él llegó a rehacer 17 veces un párrafo.
Pero no hay regla fija, no nos empeñemos en buscarle tres pies al gato. Un “best seller” es una granada que explota cuando menos se piensa, sin que se sepa por qué estalló.
Cada maestrillo tiene su librillo. El librillo, en muchos casos, deviene “best seller”, sin que por lo general tengan nada que ver su interés, la excelencia de su escritura ni, mucho menos, mostrar el costado femenino o colgarse del techo cabeza abajo. A veces la obra tiene méritos más que suficientes para que se vendan cientos, o por lo menos decenas de miles de ejemplares, se traduzca a varios idiomas y se filmen sobre ella películas para el cine y para la televisión.
No sin haber pasado antes por infinidad de editoriales y haber sido rechazada sin contemplaciones.
Inés Garland aporta lo suyo y lo del vecino en una nota de la revista Nueva, en cuyo título se pregunta: “¿Cómo se hace un “best seller”?

© José Luis Alvarez Fermosel

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