viernes, 19 de febrero de 2010

Jardín Florido

En el retablo de una inocua gallofa simpática, más “kitsch” que maleva, se acomodó tiempo ha un personaje de humilde extracción social que, sin embargo, llegó a constituirse, a mediados del siglo pasado, en un dato de referencia de la identidad cultural de la ciudad argentina de Córdoba.
Se llamaba Fernando Albiero Bertapelle. Unos dicen que vino de Italia en un barco carguero de muy niño y se estableció en Córdoba. Para otros provenía de la provincia de Santa Fe.
Era menudito, usaba gafas y en su mejor época de “boulevardier” de oro bajo y valsecitos criollos, paseaba por las principales calles y avenidas de Córdoba –culta ciudad de abogados y gente aguerrida, llamada La Docta-, vestido de frac, tocado con sombrero de copa y balanceando un bastón de caña de Malaca con una bola de billar blanca como puño. Flor en la solapa, botas de tafilete, pañuelo de seda.
Su ocupación principal era piropear a las mujeres por la calle, con una parla rebuscada y culterana, pero siempre respetuosa.
Había sido camarero de cafés y clubes de tronío, en los que pulió su lenguaje y sus modales, imitando los de la distinguida clientela que tomaba en ellos todos los días el té de las cinco.
Logró amasar una fortunita y se compró un Packard –que no perteneció antes a Carlos Gardel, como se dijo-. Lo llevaba siempre adornado con flores. Las flores eran su obsesión. Por eso le llamaban “Jardín Florido”.
Llegó a perder sus ahorros, pero no dejó de fungir como modesto hito-símbolo urbano, paródico “dandy” callejero, sempiterno animador de la céntrica Rivera Indarte cordobesa.
Se asegura que jamás ofendió, ni engañó ni hizo mal a nadie y siempre derrochó gracia, ingenio y galanura. ¡Raro espécimen!
Por eso mereció los honores de la letra impresa; más aún, inspiró versos y canciones e incluso figura en ciertas antologías y alguna enciclopedia virtual.
Una tarde dobló la esquina olvidada. Los versos de González Tuñón: “Siempre amaré estas calles, /con su color de pueblo, /cuna de la esperanza, /camino del recuerdo. Sus tendidos crepúsculos y sus mañanas altas me dieron el fervor. /Yo les devuelvo sueños”.
En Córdoba todavía se le recuerda. Los más veteranos recitan algunos de sus alambicados dicharachos.
Podría decirse que fue un piropeador florido. No está mal.

© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:

De oficio, piropeador.
http://www.cardon.com.ar/nota.php?id=185
Hace 40 años, Córdoba se quedó sin Jardín Florido.
http://www2.lavoz.com.ar/08/07/10/secciones/sociedad/nota.asp?nota_id=220781

Vídeo:

Los del Suquía cantan “Jardín Florido”.
http://www.youtube.com/watch?v=6osT2nyQb8k

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