No God, no Heaven, no Earth in the void world, the wide, grey, lampless, deep, unpeopled world (1).
(Schelley)
El otoño empezaba a envolver Viena con un celofán impalpable que olía a té con limón y a lavanda. Alguna gente había sacado ya del ropero la parka o el abrigo Loden, por si el viento alpino bajaba sin aviso a las calles con su escalofrío olvidado.
En el número 22 de la Linke Wienzeide está el café Drechsler, uno de los mil -sin contar los bares y las pastelerías- que constelan Viena, antaño epicentro del imperio de los Habsburgos, la romántica ciudad del Prater, los bosques, los valses, Francisco José (2), Sisi, la película El tercer hombre y la cítara mágica de Anton Karas, que a pesar del éxito de su bella y obsesionante melodía no salió de pobre.
La capital de Austria, como todo el país, tiene algo de decorado de teatro, lo cual quizás proceda de la afición local a la ópera.
Un personaje de la novela Sedal para espías, de Len Deighton (3), dice que los extranjeros se ríen de los austríacos porque encuentran ridículo su traje nacional, incomprensible el alemán que hablan, su comida indigesta y su burocracia abominable.
En cualquier caso, el paisaje y el clima son un poco extremados, lo cual no va en detrimento de la belleza, ni de la traza histórica de la ciudad.
El café Drechsler está emplazado junto a un bar sushi, frente a un estacionamiento de bicicletas y a un tiro de piedra de un abigarrado y pintoresco mercado –hay 26 repartidos por toda el área céntrica-: el Naschmark, situado entre la Karlsplatz (Plaza de San Carlos) y la estación de metro Kettenbrückengasse. Muchos de sus trabajadores son clientes del Drechsler, que abre 23 horas al día.
Fundado por la familia Engelbert Drechsler en 1919, fue remodelado en 2007 por Conran & Partners, que le imprimieron un aspecto jugendstil, o modernista, con un toque del minimalismo de Mies van der Rohe: el estilo de la reducción, tan en boga últimamente. El alma mater del local es Manfred Stellmajer, socio gerente.
El Drechsler tiene una larga barra y varios salones, comunicados entre sí. Al fondo de uno de ellos hay un espejo rectangular adosado a una pared pintada de beige. Arriba, sobre el muro, se lee Frankfurter mit Senfund Gebäck, algo así como salchichas de Frankfurt con mostaza, en pan: lo que en España se llaman perros calientes, en los Estados Unidos hot dogs y panchos en algunos países de la América de habla española.
Del techo, en parte abovedado, penden varias lámparas de cristal en forma de globo. Hay un hilera de divanes rojos unidos y, sobre ellos, paneles de color gris con el logo del café (CD) en el respaldo. Los clásicos veladores de mármol. Sillas de respaldo alto –en Buenos Aires hay un restaurante, Cuatro Cardinal (CD), que tiene las mismas sillas-. Todas las tazas llevan una leyenda alrededor: Café Drechsler. La casa no escatima la publicidad.
(1) Ni Dios, ni Cielo, ni Tierra en un mundo amplio, gris, profundo, oscuro y desolado.
(2) Francisco José I de Austria (1848-1916) fue uno de los más desdichados monarcas de la historia. Su reinado de 68 años se vio comprometido por luchas con Prusia, Turquía, Rusia y la Primera Guerra Mundial. Su esposa, Elisabetta Von Wittelbasch -la Sisí que encarnó en varias películas de los años 50 la actriz austríaca, nacionalizada francesa, Romy Schneider-, fue asesinada a los 60 años en Ginebra de una puñalada que le asestó el anarquista italiano Luigi Lucheni con un lima de carpintero. El único hijo de Francisco José, el príncipe Rodolfo, mató a su amante de un tiro de revólver y se suicidó acto seguido del mismo modo en su pabellón de caza de Mayerling. Maximiliano, hermano de Francisco José, nombrado emperador de México, murió en Querétaro fusilado por el indio Juárez. Su mujer, Carlota Amalia de Bélgica, hija del rey Leopoldo II de Bélgica se volvió loca en Roma a los 27 años. Murió a los 87 cerca de Bruselas. Benito Juárez fue un hombre inquieto y polivalente que pasó del seminario a la judicatura, de ésta a la masonería, de ahí a la revolución y de ésta a la presidencia de México en elecciones fraguadas por la Iglesia Católica. Curiosamente fue llamado El Benemérito de las Américas. El sobrino de Francisco José, Luis II de Baviera fue arrebatado por la locura. La cuñada del emperador, la duquesa de Alençon murió en el incendio del Bazar de Caridad. Otro sobrino de Francisco José, el archiduque Francisco Fernando, fue asesinado a tiros de pistola junto con su esposa Sofía por Gavrilo Princip en Sarajevo, el 28 de junio de 1914. El magnicidio adelantó la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que causó nueve millones de muertos.
(3) Escritor inglés de novelas de espionaje. Autor, entre otras obras, de la trilogía Anzuelo para espías, Sedal para espías y El Partido de Londres.
© José Luis Alvarez Fermosel
(Schelley)
El otoño empezaba a envolver Viena con un celofán impalpable que olía a té con limón y a lavanda. Alguna gente había sacado ya del ropero la parka o el abrigo Loden, por si el viento alpino bajaba sin aviso a las calles con su escalofrío olvidado.
En el número 22 de la Linke Wienzeide está el café Drechsler, uno de los mil -sin contar los bares y las pastelerías- que constelan Viena, antaño epicentro del imperio de los Habsburgos, la romántica ciudad del Prater, los bosques, los valses, Francisco José (2), Sisi, la película El tercer hombre y la cítara mágica de Anton Karas, que a pesar del éxito de su bella y obsesionante melodía no salió de pobre.
La capital de Austria, como todo el país, tiene algo de decorado de teatro, lo cual quizás proceda de la afición local a la ópera.
Un personaje de la novela Sedal para espías, de Len Deighton (3), dice que los extranjeros se ríen de los austríacos porque encuentran ridículo su traje nacional, incomprensible el alemán que hablan, su comida indigesta y su burocracia abominable.
En cualquier caso, el paisaje y el clima son un poco extremados, lo cual no va en detrimento de la belleza, ni de la traza histórica de la ciudad.
El café Drechsler está emplazado junto a un bar sushi, frente a un estacionamiento de bicicletas y a un tiro de piedra de un abigarrado y pintoresco mercado –hay 26 repartidos por toda el área céntrica-: el Naschmark, situado entre la Karlsplatz (Plaza de San Carlos) y la estación de metro Kettenbrückengasse. Muchos de sus trabajadores son clientes del Drechsler, que abre 23 horas al día.
Fundado por la familia Engelbert Drechsler en 1919, fue remodelado en 2007 por Conran & Partners, que le imprimieron un aspecto jugendstil, o modernista, con un toque del minimalismo de Mies van der Rohe: el estilo de la reducción, tan en boga últimamente. El alma mater del local es Manfred Stellmajer, socio gerente.
El Drechsler tiene una larga barra y varios salones, comunicados entre sí. Al fondo de uno de ellos hay un espejo rectangular adosado a una pared pintada de beige. Arriba, sobre el muro, se lee Frankfurter mit Senfund Gebäck, algo así como salchichas de Frankfurt con mostaza, en pan: lo que en España se llaman perros calientes, en los Estados Unidos hot dogs y panchos en algunos países de la América de habla española.
Del techo, en parte abovedado, penden varias lámparas de cristal en forma de globo. Hay un hilera de divanes rojos unidos y, sobre ellos, paneles de color gris con el logo del café (CD) en el respaldo. Los clásicos veladores de mármol. Sillas de respaldo alto –en Buenos Aires hay un restaurante, Cuatro Cardinal (CD), que tiene las mismas sillas-. Todas las tazas llevan una leyenda alrededor: Café Drechsler. La casa no escatima la publicidad.
(1) Ni Dios, ni Cielo, ni Tierra en un mundo amplio, gris, profundo, oscuro y desolado.
(2) Francisco José I de Austria (1848-1916) fue uno de los más desdichados monarcas de la historia. Su reinado de 68 años se vio comprometido por luchas con Prusia, Turquía, Rusia y la Primera Guerra Mundial. Su esposa, Elisabetta Von Wittelbasch -la Sisí que encarnó en varias películas de los años 50 la actriz austríaca, nacionalizada francesa, Romy Schneider-, fue asesinada a los 60 años en Ginebra de una puñalada que le asestó el anarquista italiano Luigi Lucheni con un lima de carpintero. El único hijo de Francisco José, el príncipe Rodolfo, mató a su amante de un tiro de revólver y se suicidó acto seguido del mismo modo en su pabellón de caza de Mayerling. Maximiliano, hermano de Francisco José, nombrado emperador de México, murió en Querétaro fusilado por el indio Juárez. Su mujer, Carlota Amalia de Bélgica, hija del rey Leopoldo II de Bélgica se volvió loca en Roma a los 27 años. Murió a los 87 cerca de Bruselas. Benito Juárez fue un hombre inquieto y polivalente que pasó del seminario a la judicatura, de ésta a la masonería, de ahí a la revolución y de ésta a la presidencia de México en elecciones fraguadas por la Iglesia Católica. Curiosamente fue llamado El Benemérito de las Américas. El sobrino de Francisco José, Luis II de Baviera fue arrebatado por la locura. La cuñada del emperador, la duquesa de Alençon murió en el incendio del Bazar de Caridad. Otro sobrino de Francisco José, el archiduque Francisco Fernando, fue asesinado a tiros de pistola junto con su esposa Sofía por Gavrilo Princip en Sarajevo, el 28 de junio de 1914. El magnicidio adelantó la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que causó nueve millones de muertos.
(3) Escritor inglés de novelas de espionaje. Autor, entre otras obras, de la trilogía Anzuelo para espías, Sedal para espías y El Partido de Londres.
© José Luis Alvarez Fermosel
(sigue)
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