Las actuales series televisivas de policías, ladrones, fiscales de distrito, médicos forenses y algún clínico genial, como el doctor House, proceden del viejo folletín.
Los folletines de mediados y finales del siglo XIX se llamaban también novelas por entregas porque se pasaban cada semana, en cuadernillos de papel muy ordinario, mal impresos, por debajo de las puertas de las casas. Cada entrega era un capítulo.
En la España posterior a la Guerra Civil (1936/1939), las llamadas cariñosamente “chachas” por los niños –empleadas domésticas- eran apasionadas consumidoras de estos novelones dosificados, por cuya “suscripción” pagaban a un empleado de la “editorial” que pasaba por la casa a principios de cada mes, cuando las “chachas” cobraban sus sueldos.
Los folletines, que a veces se publicaban por capítulos en ciertas revistas, tocaban siempre temas complejos que incluían amores imposibles, intrigas, el difícil ir y venir por la vida de hermosas jóvenes, siempre víctimas de las maquinaciones de mujeres perversas y villanos de capa y puñal.
Había mansiones misteriosas con escaleras de caracol, hijos ilegítimos, pasadizos secretos, misterios de familias, bóvedas, testamentos impugnados, mujeres pobres que heredaban fortunas y gente que no era lo que parecía… ¡sino mucho peor!
Se mataba a trabucazos a personajes que iban en coche de caballos, en lúgubres noches de invierno. Así fue asesinado, en la realidad, el general Prim (1).
Gente que iba en coche mataba a tiros del recién inventado revólver Colt a otra que salía de palacios, o casas solariegas.
Los diálogos eran tremebundos: “¡Hazte amar, perra!” “Mi padre fue fusilado dos veces…”. “¡Tu amante morirá mañana de un tiro en el corazón al amanecer, detrás de la catedral!” ¡Y los títulos! “Genoveva de Brabante”, “La Savelli”, “Eva Lavaliére”, “El hijo de dos madres”, “La sangre es roja”…
Los orígenes del folletín son muy antiguos y constituyen una versión decimonónica de lo que fue la novela de caballería medieval, que contó con autores como Walter Scott, Elias Berthet, Chetrien de Troyes, Gottfried von Strassburg, Andreas Capellanus y otros…
Ese considerado sub género literario fue el precursor de novelas más armadas, mejor escritas pero con temática parecida, o igual que la del folletín.
Un maestro del folletín en España fue Manuel Fernández y González, autor entre otras novelas de “El pastelero de Madrigal”. La recientemente fallecida Corín Tellado, también española, publicó cientos de folletines de amor.
Otros autores fueron Juan Valera, que dio a conocer su obra “Pepita Jiménez” por entregas. Blasco Ibáñez hizo lo mismo con sus novelas valencianas “Arroz y tartana” y “La barraca”, publicadas en capítulos que terminaban con el inquietante “continuará” en una revista llamada “El pueblo”.
Obras que han pasado a la historia de la literatura universal fueron folletines, mejor o peor escritos con la ayuda de “ghost writers” o “negros” y con argumentos más o menos interesantes.
Ahí están, en Francia, novelas como “Los miserables”, de Vícor Hugo,“Los misterios de París”, de Eugène Sue -aparecida en “Journal des Débats”-, que fue el primer gran éxito folletinesco, o “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo”, del también francés Alexandre Dumas. De una y otra se han hecho infinidad de películas y adaptaciones para radio y televisión.
También se inscriben en el género folletinesco novelistas como Paul Féval, con “El jorobado de Notre Dame”, que replicó a Sue con su novela gótica “Los misterios de Londres”, curiosamente sin haber estado nunca en esa ciudad.
Precisamente en Inglaterra, pueden calificarse de folletines las aventuras de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, y muchas novelas de Charles Dickens, Wilkie Collins y Robert L. Stevenson, entre otros muchos autores.
El folletín, actualizado en los llamados “culebrones” latinoamericanos de la televisión, fue también el antecedente de las “pulp fictions” que dieron origen a la novela negra estadounidense, cuyos más preclaros exponentes fueron Raymond Chandler y Dashiell Hammet.
En su largo recorrido, el folletín, que en francés es diminutivo de hoja, o página, llega al “blog”, llamado también bitácora, que es un sitio “web” que recopila cronológicamente textos de uno o varios autores -primero aparece el más reciente- donde el autor se reserva siempre la libertad de dejar publicado lo que crea conveniente.
El término inglés “blog”, o “weblog”, viene de las palabras “web” y “log” -ésta última palabra quiere decir diario, traducida del inglés-.
El nombre de bitácora está tomado de los antiguos cuadernos que se usaban en los barcos para consignar las incidencias del viaje.
El argentino Hernán Casciari, que colabora en el diario madrileño “El País”, está sindicado como el creador de la “blognovela”, también llamada “E-novela”, que recupera el folletín en el mundo hispanohablante. En inglés son varios los términos: “blognovel”, “blogel”, “blovel”.
Casciari divulgó en un blog su novela “Diario de una mujer gorda”, que más tarde fue publicada por la editorial Plaza & Janés con el título “Más respeto, que soy tu madre”.
El “blog” es una nueva herramienta, sobre todo por el medio tecnológico y la mayor llegada al público de autores anónimos. Pero no puede dejar de considerarse que la modalidad de la obra por entregas no es una novedad.
(1) Juan Prim (1814–1870). Militar y político español que se distinguió en una de las innumerables guerras que España mantuvo en Africa, derrochando valor en la Batalla de Castillejos. (Fue nombrado marqués de Castillejos.) Al triunfar la revolución de 1868, fue nombrado ministro de Guerra y presidente del Consejo de Ministros. Favoreció la candidatura de Amadeo de Saboya al trono de España. Fue asesinado una noche a tiros de trabuco naranjero en una céntrica calle de Madrid, cuando se dirigía a su casa en su berlina, con dos ayudantes, después de haber asistido a una sesión del Parlamento. El crimen jamás fue esclarecido.
Los folletines de mediados y finales del siglo XIX se llamaban también novelas por entregas porque se pasaban cada semana, en cuadernillos de papel muy ordinario, mal impresos, por debajo de las puertas de las casas. Cada entrega era un capítulo.
En la España posterior a la Guerra Civil (1936/1939), las llamadas cariñosamente “chachas” por los niños –empleadas domésticas- eran apasionadas consumidoras de estos novelones dosificados, por cuya “suscripción” pagaban a un empleado de la “editorial” que pasaba por la casa a principios de cada mes, cuando las “chachas” cobraban sus sueldos.
Los folletines, que a veces se publicaban por capítulos en ciertas revistas, tocaban siempre temas complejos que incluían amores imposibles, intrigas, el difícil ir y venir por la vida de hermosas jóvenes, siempre víctimas de las maquinaciones de mujeres perversas y villanos de capa y puñal.
Había mansiones misteriosas con escaleras de caracol, hijos ilegítimos, pasadizos secretos, misterios de familias, bóvedas, testamentos impugnados, mujeres pobres que heredaban fortunas y gente que no era lo que parecía… ¡sino mucho peor!
Se mataba a trabucazos a personajes que iban en coche de caballos, en lúgubres noches de invierno. Así fue asesinado, en la realidad, el general Prim (1).
Gente que iba en coche mataba a tiros del recién inventado revólver Colt a otra que salía de palacios, o casas solariegas.
Los diálogos eran tremebundos: “¡Hazte amar, perra!” “Mi padre fue fusilado dos veces…”. “¡Tu amante morirá mañana de un tiro en el corazón al amanecer, detrás de la catedral!” ¡Y los títulos! “Genoveva de Brabante”, “La Savelli”, “Eva Lavaliére”, “El hijo de dos madres”, “La sangre es roja”…
Los orígenes del folletín son muy antiguos y constituyen una versión decimonónica de lo que fue la novela de caballería medieval, que contó con autores como Walter Scott, Elias Berthet, Chetrien de Troyes, Gottfried von Strassburg, Andreas Capellanus y otros…
Ese considerado sub género literario fue el precursor de novelas más armadas, mejor escritas pero con temática parecida, o igual que la del folletín.
Un maestro del folletín en España fue Manuel Fernández y González, autor entre otras novelas de “El pastelero de Madrigal”. La recientemente fallecida Corín Tellado, también española, publicó cientos de folletines de amor.
Otros autores fueron Juan Valera, que dio a conocer su obra “Pepita Jiménez” por entregas. Blasco Ibáñez hizo lo mismo con sus novelas valencianas “Arroz y tartana” y “La barraca”, publicadas en capítulos que terminaban con el inquietante “continuará” en una revista llamada “El pueblo”.
Obras que han pasado a la historia de la literatura universal fueron folletines, mejor o peor escritos con la ayuda de “ghost writers” o “negros” y con argumentos más o menos interesantes.
Ahí están, en Francia, novelas como “Los miserables”, de Vícor Hugo,“Los misterios de París”, de Eugène Sue -aparecida en “Journal des Débats”-, que fue el primer gran éxito folletinesco, o “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo”, del también francés Alexandre Dumas. De una y otra se han hecho infinidad de películas y adaptaciones para radio y televisión.
También se inscriben en el género folletinesco novelistas como Paul Féval, con “El jorobado de Notre Dame”, que replicó a Sue con su novela gótica “Los misterios de Londres”, curiosamente sin haber estado nunca en esa ciudad.
Precisamente en Inglaterra, pueden calificarse de folletines las aventuras de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle, y muchas novelas de Charles Dickens, Wilkie Collins y Robert L. Stevenson, entre otros muchos autores.
El folletín, actualizado en los llamados “culebrones” latinoamericanos de la televisión, fue también el antecedente de las “pulp fictions” que dieron origen a la novela negra estadounidense, cuyos más preclaros exponentes fueron Raymond Chandler y Dashiell Hammet.
En su largo recorrido, el folletín, que en francés es diminutivo de hoja, o página, llega al “blog”, llamado también bitácora, que es un sitio “web” que recopila cronológicamente textos de uno o varios autores -primero aparece el más reciente- donde el autor se reserva siempre la libertad de dejar publicado lo que crea conveniente.
El término inglés “blog”, o “weblog”, viene de las palabras “web” y “log” -ésta última palabra quiere decir diario, traducida del inglés-.
El nombre de bitácora está tomado de los antiguos cuadernos que se usaban en los barcos para consignar las incidencias del viaje.
El argentino Hernán Casciari, que colabora en el diario madrileño “El País”, está sindicado como el creador de la “blognovela”, también llamada “E-novela”, que recupera el folletín en el mundo hispanohablante. En inglés son varios los términos: “blognovel”, “blogel”, “blovel”.
Casciari divulgó en un blog su novela “Diario de una mujer gorda”, que más tarde fue publicada por la editorial Plaza & Janés con el título “Más respeto, que soy tu madre”.
El “blog” es una nueva herramienta, sobre todo por el medio tecnológico y la mayor llegada al público de autores anónimos. Pero no puede dejar de considerarse que la modalidad de la obra por entregas no es una novedad.
(1) Juan Prim (1814–1870). Militar y político español que se distinguió en una de las innumerables guerras que España mantuvo en Africa, derrochando valor en la Batalla de Castillejos. (Fue nombrado marqués de Castillejos.) Al triunfar la revolución de 1868, fue nombrado ministro de Guerra y presidente del Consejo de Ministros. Favoreció la candidatura de Amadeo de Saboya al trono de España. Fue asesinado una noche a tiros de trabuco naranjero en una céntrica calle de Madrid, cuando se dirigía a su casa en su berlina, con dos ayudantes, después de haber asistido a una sesión del Parlamento. El crimen jamás fue esclarecido.
© José Luis Alvarez Fermosel
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