domingo, 8 de noviembre de 2009

De trenes y trayectos

He utilizado muy poco los trenes en mis viajes, iniciados a temprana edad. Me desplacé en muchos países, y yendo de uno a otro en avión, en barco, y quien dice barco dice alíscafo, transbordador, lancha rápida, “zodiak” y bote de remos; viajé también en automóvil, en camión, en camello, en carreta de bueyes y en algún otro medio de transporte más o menos raro.
Por no haber nacido en los “locos años veinte” me perdí el Tren Bala, el Transiberiano, el Tren Azul y, lo que más lamento: el tren de los Balcanes, el legendario Orient-Express que pasaba por Ostende, Colonia, Viena, Subotica –al norte de Serbia- y Constantinopla, hoy Estambul.
A estas alturas es imposible no recordar el expreso de Shanghai de aquella película de Josef Sternberg, con Marlene Dietrich de protagonista. El traqueteo del convoy en la noche, y el penacho de humo de la locomotora que tornaba la luna gris. Dentro, espías, intrigas, romance. Ella, enigmática y bellísima, cargaba elegantemente con su pasado turbulento, mirando sin ver frente a sí, con un cigarrillo turco en una boquilla de jade entre sus dedos enjoyados.
También me perdí el Tren de Alta Velocidad español (AVE), que tarda poco más de dos horas en cubrir los 541 kilómetros que hay entre Madrid y Sevilla.
He tomado algún tren más o menos curioso, desde luego, como El Expreso del Amor de Suiza, el de la fresa, que tiene una locomotora de principios del siglo XX y cuyas azafatas reparten fresas durante el viaje a Aranjuez, a 60 kilómetros de Madrid.
En Aranjuez hay un palacio real, el Museo de Falúas y bellísimos jardines. Pasa el río Tajo -el más largo de España-; en una de sus orillas está, o estaba el merendero El (no la) Rana Verde.
También viajé en algunos de los inefables trenes a Avila, o a la Soria de Machado, que cantó poéticamente Agustín de Foxá:

La Navidad del tren; y las banderas
Que en el paso a nivel alza tu novia
Tan rubia sobre el túnel que negrea

Ahora, Guillermo Néstor Ramos, un ferroviario de muchas campanillas, me acerca a la memoria aletargada un viaje que hice de Buenos Aires a Herrera (Santiago del Estero) el 1º de julio de 1971, recién llegado yo -con muy pocos años, ¡ay…!- a la Argentina.
Guillermo, que es extremadamente meticuloso, me recuerda que en ese viaje –en el tren especial 2682, con locomotora Alco RSD16, número 8238- se estableció un récord de velocidad al alcanzar el tren los 135 kilómetros por hora entre las estaciones de Lugones y Herrera, del palo 864/9 al 885/1.
Viajaron autoridades, funcionarios, empleados y varios periodistas de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Tucumán y Santiago del Estero, entre ellos Ricardo Romero, Ampelio Liberali, Antonio Salgado, Mauricio Zelman Grinberg y Jorge Gerendi. Grinberg escribió un artículo encantador, titulado “Soy de Herrera, irme no quisiera”, que distribuyó una agencia local de noticias.
De Grinberg y de Gerendi me hice amigo. Grinberg nos dejó hace ya muchos años. La amistad con Gerendi se afianzó. Hace algún tiempo que no sé nada de él.
Se labró un acta de ese viaje y a cada uno de sus participantes se le dio un diploma. Yo conservo el mío entre otros recuerdos de aquellos tiempos y de viajes por otros países.
En este momento me vienen a la memoria los sones de una tonadilla que cantaban las hermanas Fleta en Madrid sobre el expreso de Lisboa. Llegó el momento de poner punto final.



© José Luis Alvarez Fermosel

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