jueves, 23 de abril de 2009

"Epigramas" asados

Los “epigramas”, en materia gastronómica, son una porción de lomo y una costilla de cordero, que se rebozan con huevo y miga de pan, especias y hierbas incluídas, y se asan en mantequilla y aceite. Se sirven acompañadas por zanahorias glaseadas, cebollas blancas y verdes, berenjenas y setas, grilladas todas.
El tratadista francés Philéas Gilbert –del mismo nombre de pila que el Phileas Fogg de “La vuelta al mundo en 80 días”, de Julio Verne- explica el nombre del plato.
Hacia la mitad del siglo XVIII, en París, una joven marquesa muy adinerada, pero de escasa instrucción, escuchó decir un día a una de sus invitadas a un almuerzo que el día anterior comió opíparamente en la casa del conde de Vaudreuil, quien la había hecho reir a mandíbula batiente con unos epigramas muy divertidos que recitó de sobremesa, con el café, los licores y entre chanza y chanza.
La marquesa de esta historia, cuyo nombre se reserva piadosamente Gilbert, entendió que los epigramas eran una comida. Llamó, pues, a su cocinero Michelet –de éste sí sabemos el nombre- y le ordenó que preparara un plato de…“epigramas” para agasajar con ellos a unos amigos a los que pensaba invitar al día siguiente.
Al pobre Michelet se le planteó un problema casi insoluble. Desempolvó viejas recetas y consultó a varios colegas, pero los “epigramas” como comida no aparecían por ninguna parte ni nadie sabía qué eran.
Ahora bien, ninguna cocinero francés se rinde ante una dificultad, o en este caso un galimatías como el planteado por la señora marquesa.
De modo que Michelet, en un rapto de inspiración, encontró la manera de preparar los “epigramas”, que una vez en la mesa fueron devorados a dos carrillos por los comensales.
Cuando se le preguntó a la anfitriona por el nombre de un plato tan exquisito, ésta respondió con la envidiable seguridad que da la ignorancia:
“¡’Epigramas’ de cordero a la Michelet!”.
Naturalmente, la marquesa no atribuyó las sonrisas, y alguna risa de sus invitados a otra cosa que no fuera una aprobación manifiesta. Triunfante, llamó a Michelet, que recibió encantado los plácemes de los comensales.
Y así fue como la sabrosa y variada cocina francesa se enriqueció con un plato que hasta el día de hoy se conoce con el nombre de “Epigramas a la Michelet”.
Muchos autores de epigramas, de los literarios, habrán refunfuñado en principio, cuando el condumio se popularizó.
Pero al probar los “epigramas” culinarios, sobre todo si estuvieron bien hechos, una sonrisa de satisfacción se habrá dibujado en sus rostros, como la de los invitados de la marquesa, aunque por diferente motivo.



© José Luis Alvarez Fermosel

2 comentarios:

Dora dijo...

Mmmmmmm! Sólo alguien tan exquisito y tan conocedor como usted podía saber de este plato. No sé si podré pero intentaré hacerlo. (Yo tengo su libro de de gastronomía y anécdotas y firmado por ud. cuando lo presentó en el Tortoni.)¡Sigo apuntando! Muchos cariños y extraño muchísimo su ausencia en radio. Su seguidora de siempre. Dora.

Caballero Español dijo...

Dora: Me alegro mucho de que tengas mi libro, y firmado por mí. Desde luego que, si lo intentas, los epigramas de cordero te saldrán bien. Siento lo de la radio, pero ya vendrán tiempos mejores. Muchas gracias por tu fidelidad y muchos cariños.