jueves, 21 de enero de 2010

Novelas y cocinas

Se ha hablado mucho de la cocina en sentido figurado y literario. La conocida escritora argentina Angélica Gorodischer (foto) habla de la cocina como tal. “Cocinas lindas, feas, horribles, incómodas, lujosas, miserables, un rinconcito con un calentador, divinas, supermodernas, del tiempo de mi abuelita, del tamaño de una cancha de tenis…”.
Angélica y yo coincidimos en la revista Playboy hace algunos años. Ella escribía la columna Mujeres y yo la de Hombres. No nos encontramos nunca en la redacción. Los dos mandábamos nuestros originales por correo electrónico, o por mensajero, ya no me acuerdo.
Hoy me resulta grato enterarme de que Angélica Gorodischer puede y quiere escribir –y lo hace muy bien- de temas que algunos… “intelectuales” consideran mínimos, baladíes, de escasa o ninguna importancia, cosas de andar por casa, sin densidad, nada sesudo, parece mentira, ni siquiera serio, ¡y ni qué hablar de cocinas, guisos, recetas, postres y otras zarandajas gastronómicas sin ser “chef”!
El artículo de Angélica Gorodischer titulado “Las manos en la masa”, publicado en la revista cultural Ñ del diario Clarín de Buenos Aires, es delicioso y quiero compartir la grata sensación que me produjo su lectura con todos los amigos que siguen este blog.


© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:

Las manos en la masa
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/01/20/_-02122532.htm

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Otro excelente artículo José Luis.Intimo, detallista y escueto, pero suficientemente revelador para aquéllos que en algún momento tuvimos la fortuna de pasar algún tiempo en esa parte del mundo.
Aquí va algo de José Hierro que me conmueve cada vez que lo leo.

Réquiem
(Cuanto sé de mí, 1957) La voz
del poeta


Manuel del Río, natural
de España, ha fallecido el sábado
11 de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9.30 en St. Francis.
Es una historia que comienza
con sol y piedra, y que termina
sobre una mesa, en D’Agostino,
con flores y cirios eléctricos.
Es una historia que comienza
en una orilla del Atlántico.
Continúa en un camarote
de tercera, sobre las olas
—sobre las nubes— de las tierras
sumergidas ante Platón.
Halla en América su término
con una grúa y una clínica,
con una esquela y una misa
cantada, en la iglesia St. Francis.

Al fin y al cabo, cualquier sitio
da lo mismo para morir:
el que se aroma de romero
el tallado en piedra o en nieve,
el empapado de petróleo.
Da lo mismo que un cuerpo se haga
piedra, petróleo, nieve, aroma.
Lo doloroso no es morir
acá o allá...

Réquiem aetérnam,
Manuel del Río. Sobre el mármol
en D’Agostino, pastan toros
de España, Manuel, y las flores
(funeral de segunda,
caja que huele a abetos del invierno),
cuarenta dólares. Y han puesto
unas flores artificiales
entre las otras que arrancaron
al jardín... Libérame Dómine
de morte aeterna... Cuando mueran
James o Jacob verán las flores
que pagaron Giulio o Manuel...

Ahora descienden a tus cumbres
garras de águila. Dies irae.
Lo doloroso no es morir
Dies illa acá o allá,
sino sin gloria...

Tus abuelos
fecundaron la tierra toda,
la empapaban de la aventura.
Cuando caía un español
se mutilaba el universo.
Los velaban no en D’Agostino
Funeral Home, sino entre hogueras,
entre caballos y armas. Héroes
para siempre. Estatuas de rostro
borrado. Vestidos aún
sus colores de papagayo,
de poder y de fantasía.

Él no ha caído así. No ha muerto
por ninguna locura hermosa.
(Hace mucho que el español
muere de anónimo y cordura,
o en locuras desgarradoras
entre hermanos: cuando acuchilla
pellejos de vino derrama
sangre fraterna). Vino un día
porque su tierra es pobre. El mundo
Libérame Dómine es patria.
Y ha muerto. No fundó ciudades.
No dio su nombre a un mar. No hizo
más que morir por diecisiete
dólares (él los pensaría
en pesetas) Réquiem aetérnam.
Y en D’Agostino lo visitan
los polacos, los irlandeses,
los españoles, los que mueren
en el week-end.

Réquiem aetérnam.
Definitivamente todo
ha terminado. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
por su alma.

Me he limitado
a reflejar aquí una esquela
de un periódico de New York.
Objetivamente. Sin vuelo
en el verso. Objetivamente.
Un español como millones
de españoles. No he dicho a nadie
que estuve a punto de llorar.

Caballero Español dijo...

Armando:¡"Réquiem" es el poema favorito de uno de mis poetas favoritos: José Hierro! Muchas gracias por mandármelo y por tu generoso comentario acerca de mi Solitaria Navidad en Nueva York. Un abrazo.