Juan Gris no tuvo nada de gris, salvo su seudónimo. Su verdadero nombre era José Victoriano González-Pérez.
Discípulo del académico Moreno Carbonero, empezó publicando dibujos modernistas en semanarios como Blanco y Negro –que acogió a dibujantes e ilustradores de primerísima línea- y Madrid Cómico.
Nacido en Madrid, se fue a París en 1906 (todos se iban a París), donde conoció a Pablo Picasso y, por él, a maestros del pincel de la categoría de Georges Braque y Maurice Reynal, poetas como Max Jacob y Guillaume Apollinaire e incluso a algún próspero y conocido comerciante, como Daniel-Henry Kahnweiler. Después de cuatro años de la correspondiente bohemia y la no menos correspondiente malaria económica, y tras complicados avatares de familia, se dedicó en serio a la pintura y de la mano de Braque, Picasso y Cézanne se incorporó tímidamente al cubismo, en principio con cuadros tan grises como su seudónimo.
Pero en 1912, ya incorporado al cubismo, expuso por primera vez en el famoso “Salon de Indépendents” de París. Esa muestra fue la primera de una serie de ellas, a las que siguió su consagración.
En la segunda etapa de su vida ingresó en el reducido y cerrado círculo de grandes pintores, sus cuadros empezaron a venderse bien y son los que pasaron a la historia: “La mujer del cesto”, “El libro rojo” (foto), “Mujer en la ventana”, “El mantel azul…”
En su obra “El reloj” aparecieron por primera vez los “papiers collés”, o papeles pegados.
El 11 de mayo de 1927, a la temprana edad de 40 años, Victoriano González-Pérez, Juan Gris para la pintura universal, murio en Boulogne-sur-Seine, Francia, de un ataque de asma.
Como suele ocurrir, tuvieron que pasar muchos años para que se le considerara, por unanimidad, uno de los pintores más representativos del cubismo del siglo XX y un artista excepcionalmente dotado.
Recordé a Juan Gris al ver hace unos días, entre varias fotos tomadas por mi mujer en Madrid, dos años atrás, la de una placa que recuerda que el pintor nació en la calle del Carmen número 4 de la capital de España.
Discípulo del académico Moreno Carbonero, empezó publicando dibujos modernistas en semanarios como Blanco y Negro –que acogió a dibujantes e ilustradores de primerísima línea- y Madrid Cómico.
Nacido en Madrid, se fue a París en 1906 (todos se iban a París), donde conoció a Pablo Picasso y, por él, a maestros del pincel de la categoría de Georges Braque y Maurice Reynal, poetas como Max Jacob y Guillaume Apollinaire e incluso a algún próspero y conocido comerciante, como Daniel-Henry Kahnweiler. Después de cuatro años de la correspondiente bohemia y la no menos correspondiente malaria económica, y tras complicados avatares de familia, se dedicó en serio a la pintura y de la mano de Braque, Picasso y Cézanne se incorporó tímidamente al cubismo, en principio con cuadros tan grises como su seudónimo.
Pero en 1912, ya incorporado al cubismo, expuso por primera vez en el famoso “Salon de Indépendents” de París. Esa muestra fue la primera de una serie de ellas, a las que siguió su consagración.
En la segunda etapa de su vida ingresó en el reducido y cerrado círculo de grandes pintores, sus cuadros empezaron a venderse bien y son los que pasaron a la historia: “La mujer del cesto”, “El libro rojo” (foto), “Mujer en la ventana”, “El mantel azul…”
En su obra “El reloj” aparecieron por primera vez los “papiers collés”, o papeles pegados.
El 11 de mayo de 1927, a la temprana edad de 40 años, Victoriano González-Pérez, Juan Gris para la pintura universal, murio en Boulogne-sur-Seine, Francia, de un ataque de asma.
Como suele ocurrir, tuvieron que pasar muchos años para que se le considerara, por unanimidad, uno de los pintores más representativos del cubismo del siglo XX y un artista excepcionalmente dotado.
Recordé a Juan Gris al ver hace unos días, entre varias fotos tomadas por mi mujer en Madrid, dos años atrás, la de una placa que recuerda que el pintor nació en la calle del Carmen número 4 de la capital de España.
© José Luis Alvarez Fermosel
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