Los refranes, o proverbios, son muestras de la sabiduría popular, se ha dicho y repetido hasta la saciedad, con todo motivo y fundamento.
Quien más, quien menos, se sabe de memoria algunos de los refranes que oyó decir cuando era niño a sus familiares, sobre todo a sus abuelos. El repertorio se enriqueció después, conforme fuimos viviendo.
El refranero español es riquísimo. Se han escrito infinidad de libros que recogen proverbios de todas las regiones de España y de todos los países del mundo. Nosotros tenemos muy buena documentación al respecto, gracias a los libros que hemos adquirido y, sobre todo, a los que nos han regalado.
Vayan algunas muestras, a renglón seguido:
No llora el ahorcado y llora el teatino.
Muchas personas se preocupan de las desgracias ajenas y olvidan las propias. Este refrán surgió en la época en la que los frailes teatinos eran los encargados de prestar los últimos auxilios de la religión a los condenados a muerte. Los teatinos pertenecían a una orden de religiosos establecida en Italia en 1524 por San Cayetano y Pedro Carofa, más tarde obispo de Chieti y por último Papa con el nombre de Pablo IV.
Buena es la docena del fraile, que tiene trece huevos.
Nada es perfecto. Un hermano de la orden de los mendicantes entró un día en una huevería y pidió una docena de huevos, pero de la siguiente manera: media docena (6) para el prior, un tercio de docena (4) para el encargado del refectorio y un cuarto de docena (3) para él. Total: 13.
El rancho del soldado es de chicha y nabo, menos de chicha que de nabo.
Rancho, en la jerga cuartelera, es comida, ración, y chicha quiere decir, en el lenguaje popular español, carne; nabo, bueno…, ya se sabe lo que es el nabo. Así que al soldado, o al que ocupa una situación inferior en la vida le toca siempre bailar con la más fea.
Hay hombres tales que son traidores y parecen leales.
La historia de la humanidad está repleta de grandes traiciones. Una de las más famosas es la que sufrió el legendario caudillo Viriato, durante la conquista romana de Hispania. Las batallas se sucedían y el valor de Viriato y sus huestes tornaba imposible la victoria de los romanos, de manera que pusieron precio a su vida. Lugartenientes de Viriato lo asesinaron y llevaron su cabeza a los romanos, pidiendo la recompensa. Se les contestó: “Roma no paga a traidores”.
Más pueden tretas que letras.
Los conocimientos adquiridos por el estudio no siempre dan más fruto que la habilidad y la astucia. Un automovilista llevó su coche averiado a un taller mecánico. Cuando le presentaron la cuenta, bastante cara, por cierto, el hombre protestó. “Señor, no le cobro por ajustar un tornillo, le cobro por saber qué tornillo apretar”, le dijo el mecánico.
Al uso de Toledo, pierde la dama y paga el caballero.
Toledo, ciudad imperial, sede de una de las instituciones más dignas y sabias de la historia de España, crisol de las tres grandes culturas (cristiana, judía y árabe), ciudad de señoras elegantes y caballeros cortesanos, ha mantenido su rancio abolengo a lo largo de los tiempos. En el ambiente artístico y gentil de los siglos XVI y XVII, lo que las damas perdían en la mesa de juego lo pagaban sus maridos, sus amantes o sus pretendientes.
Quien más, quien menos, se sabe de memoria algunos de los refranes que oyó decir cuando era niño a sus familiares, sobre todo a sus abuelos. El repertorio se enriqueció después, conforme fuimos viviendo.
El refranero español es riquísimo. Se han escrito infinidad de libros que recogen proverbios de todas las regiones de España y de todos los países del mundo. Nosotros tenemos muy buena documentación al respecto, gracias a los libros que hemos adquirido y, sobre todo, a los que nos han regalado.
Vayan algunas muestras, a renglón seguido:
No llora el ahorcado y llora el teatino.
Muchas personas se preocupan de las desgracias ajenas y olvidan las propias. Este refrán surgió en la época en la que los frailes teatinos eran los encargados de prestar los últimos auxilios de la religión a los condenados a muerte. Los teatinos pertenecían a una orden de religiosos establecida en Italia en 1524 por San Cayetano y Pedro Carofa, más tarde obispo de Chieti y por último Papa con el nombre de Pablo IV.
Buena es la docena del fraile, que tiene trece huevos.
Nada es perfecto. Un hermano de la orden de los mendicantes entró un día en una huevería y pidió una docena de huevos, pero de la siguiente manera: media docena (6) para el prior, un tercio de docena (4) para el encargado del refectorio y un cuarto de docena (3) para él. Total: 13.
El rancho del soldado es de chicha y nabo, menos de chicha que de nabo.
Rancho, en la jerga cuartelera, es comida, ración, y chicha quiere decir, en el lenguaje popular español, carne; nabo, bueno…, ya se sabe lo que es el nabo. Así que al soldado, o al que ocupa una situación inferior en la vida le toca siempre bailar con la más fea.
Hay hombres tales que son traidores y parecen leales.
La historia de la humanidad está repleta de grandes traiciones. Una de las más famosas es la que sufrió el legendario caudillo Viriato, durante la conquista romana de Hispania. Las batallas se sucedían y el valor de Viriato y sus huestes tornaba imposible la victoria de los romanos, de manera que pusieron precio a su vida. Lugartenientes de Viriato lo asesinaron y llevaron su cabeza a los romanos, pidiendo la recompensa. Se les contestó: “Roma no paga a traidores”.
Más pueden tretas que letras.
Los conocimientos adquiridos por el estudio no siempre dan más fruto que la habilidad y la astucia. Un automovilista llevó su coche averiado a un taller mecánico. Cuando le presentaron la cuenta, bastante cara, por cierto, el hombre protestó. “Señor, no le cobro por ajustar un tornillo, le cobro por saber qué tornillo apretar”, le dijo el mecánico.
Al uso de Toledo, pierde la dama y paga el caballero.
Toledo, ciudad imperial, sede de una de las instituciones más dignas y sabias de la historia de España, crisol de las tres grandes culturas (cristiana, judía y árabe), ciudad de señoras elegantes y caballeros cortesanos, ha mantenido su rancio abolengo a lo largo de los tiempos. En el ambiente artístico y gentil de los siglos XVI y XVII, lo que las damas perdían en la mesa de juego lo pagaban sus maridos, sus amantes o sus pretendientes.
© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:
“Más epigramas”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/04/mas-epigramas.html)
“Epigramas”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/04/epigramas.html)
No hay comentarios:
Publicar un comentario