La manta ha tenido siempre mucha importancia en España, donde hace un frío glacial en invierno y donde, en épocas de miseria y penalidades, una buena manta –las de Palencia, en el centro-norte de la Península Ibérica, son las mejores- no fue nunca cosa de despreciar, así como una taza de caldo bien caliente.
Los pastores, a falta de capa, se envolvían en una manta en lo alto de un risco, mientras las ovejas triscaban abajo, traídas y llevadas de aquí para allí por los perros. En otros tiempos.
Los pastores ahora llevan anorak y probablemente vigilan y arrean al ganado, sea el que sea, desde una camioneta cuatro por cuatro. Luego se van al pub con su novia holandesa.
El sargento le decía al recluta pillado en falta: “¡Coge una manta y a la Prevención!”. Léase: a pasar la noche en el calabozo, durmiendo en el santo suelo envuelto en la manta.
El bandolero español (foto) aparece siempre en las estampas con manta y trabuco.
¡Me lío la manta a la cabeza! se dice cuando uno, harto ya de todo, y sin que le importen un rábano las consecuencias de sus actos, se dispone a cometer un disparate.
Carretera y manta quiere decir echarse al camino a pie y que salga el sol por Antequera.
Cuando llueve a manta es que llueve a esgalla, a raudales.
Cuentan que un jornalero fue despedido en Ciudad Real –en la cervantina región de La Mancha, en el centro de España-, y que por parecerle el hecho injusto visitó a su amo y señor para pedirle explicaciones. Este le despidió con cajas destempladas, diciéndole: “Ahora mismo coges tu manta y te vas a tu casa”.
A lo que el enfadado jornalero contestó: “¿Esas tenemos? Pues me voy, pero no con la manta al hombro, sino a rastras. Y no me voy a mi casa, que me echo al monte”. Echarse al monte significaba dedicarse al bandolerismo.
También la manta formaba parte en España de la impedimenta del soldado y era común verlas colgando de las barandillas de los balcones de las casas, golpeadas para sacarles el polvo por las empleadas domésticas.
La manta zamorana de Ramón de Campoamor, “(…) que tenía más borlas verdes y granas que todos los cerezos y los guindos que en Zamora se crían…”.
Agustín de Foxá recordaba en su poema “Trenes de Avila o Soria” a “Bécquer arropado y melancólico en su manta escocesa…”.
Los pastores, a falta de capa, se envolvían en una manta en lo alto de un risco, mientras las ovejas triscaban abajo, traídas y llevadas de aquí para allí por los perros. En otros tiempos.
Los pastores ahora llevan anorak y probablemente vigilan y arrean al ganado, sea el que sea, desde una camioneta cuatro por cuatro. Luego se van al pub con su novia holandesa.
El sargento le decía al recluta pillado en falta: “¡Coge una manta y a la Prevención!”. Léase: a pasar la noche en el calabozo, durmiendo en el santo suelo envuelto en la manta.
El bandolero español (foto) aparece siempre en las estampas con manta y trabuco.
¡Me lío la manta a la cabeza! se dice cuando uno, harto ya de todo, y sin que le importen un rábano las consecuencias de sus actos, se dispone a cometer un disparate.
Carretera y manta quiere decir echarse al camino a pie y que salga el sol por Antequera.
Cuando llueve a manta es que llueve a esgalla, a raudales.
Cuentan que un jornalero fue despedido en Ciudad Real –en la cervantina región de La Mancha, en el centro de España-, y que por parecerle el hecho injusto visitó a su amo y señor para pedirle explicaciones. Este le despidió con cajas destempladas, diciéndole: “Ahora mismo coges tu manta y te vas a tu casa”.
A lo que el enfadado jornalero contestó: “¿Esas tenemos? Pues me voy, pero no con la manta al hombro, sino a rastras. Y no me voy a mi casa, que me echo al monte”. Echarse al monte significaba dedicarse al bandolerismo.
También la manta formaba parte en España de la impedimenta del soldado y era común verlas colgando de las barandillas de los balcones de las casas, golpeadas para sacarles el polvo por las empleadas domésticas.
La manta zamorana de Ramón de Campoamor, “(…) que tenía más borlas verdes y granas que todos los cerezos y los guindos que en Zamora se crían…”.
Agustín de Foxá recordaba en su poema “Trenes de Avila o Soria” a “Bécquer arropado y melancólico en su manta escocesa…”.
© José Luis Alvarez Fermosel
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