Me acusan –porque lo formulan como una acusación- de ser muy nostálgico, de escaparme frecuentemente al pasado.
Yo creo que todo el mundo, por muy intenso que sea su presente, recuerda su pasado, y retorna a él varias veces. Para eso está el pasado, para eso lo hemos construído. Todos tenemos un pasado, más o menos interesante. No tener pasado es como no tener sombra.
Cualquier tiempo pasado fue mejor, dijo Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre. Esa es otra cuestión, sobre la que no vamos a opinar.
Pero el ayer, nos guste o no, está ahí, y si nosotros no volvemos a él, ya se encargará él de volver a nosotros.
Un día nos encontramos, a la vuelta de una esquina, con un viejo amigo al que no habíamos visto en muchos años. Nos vamos a tomar un café con él. E inmediatamente empezamos: ¿te acuerdas…?
Quienes tenemos un pasado no ya movidito, sino turbulento; quienes hemos perdido a muchos seres queridos, no podemos dejar de recordar lo que vivimos, lo que ganamos, lo que perdimos, lo que pudo haber sido y no fue…
Esa evocación a veces nos alegra y casi siempre nos entristece, pero no podemos evitarla. Regresamos a una, o a varias etapas de nuestra vida, la vida que vivimos con intensidad.
Somos vitales, seguimos haciendo cosas. Pero ya no podremos, por unas razones o por otras, hacer las que hicimos cuando éramos jóvenes, lo cual no quiere decir que seamos viejos, sobre todo ahora, que la llegada de la vejez se ha retrasado tanto. El caso es que la nostalgia no es cosa de gente mayor, ni depresiva.
Podemos desprendernos de muchas cosas, pero no de los recuerdos. Además, no hay motivos para que nos desprendamos de ellos. Muchas veces los atesoramos.
¿Para qué se toman las fotografías? Pues para guardarlas, ya no en un álbum con tapas de cuero azul, sino en una carpeta de la computadora, o en discos, y un domingo de lluvia las vamos pasando y recordando los paisajes, los rostros de las personas y las sensaciones que experimentamos entonces. Estamos regresando al pasado.
En otra oportunidad publicamos “in extenso” un estupendo artículo del escritor español Carmelo López-Arias Montenegro, dedicado a evocar a un escritor evocador, valga el juego de palabras: Fernando Vizcaíno Casas, que fue también periodista y abogado especializado en derecho laboral, el mejor de España.
López-Arias Montenegro recordaba que la pluma de Vizcaíno Casas alcanzó verdadero relieve literario en la evocación del pasado.
Y añadía: “La nostalgia es la certificación de nuestra identidad. Constituye el aliciente para mirar atrás y reconocernos en quienes fuimos, aun si no nos gusta lo que fuimos. Gracias a esa sensación, dulce o dolorida, ya mueva a la sonrisa, al sollozo o al remordimiento, nos preciamos como esencialmente unos en el tiempo. Si el ayer no nos zarandease todavía el corazón, ¿cómo identificarnos con aquel ser que éramos, y con quien apenas guardamos ya nada en común?”
Dejémonos llevar, con la frecuencia que sea, por el agridulce zarandeo del ayer de la mano del gran poeta argentino Raúl Gozález Tuñón.
Elogio de la nostalgia *
Yo creo que todo el mundo, por muy intenso que sea su presente, recuerda su pasado, y retorna a él varias veces. Para eso está el pasado, para eso lo hemos construído. Todos tenemos un pasado, más o menos interesante. No tener pasado es como no tener sombra.
Cualquier tiempo pasado fue mejor, dijo Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre. Esa es otra cuestión, sobre la que no vamos a opinar.
Pero el ayer, nos guste o no, está ahí, y si nosotros no volvemos a él, ya se encargará él de volver a nosotros.
Un día nos encontramos, a la vuelta de una esquina, con un viejo amigo al que no habíamos visto en muchos años. Nos vamos a tomar un café con él. E inmediatamente empezamos: ¿te acuerdas…?
Quienes tenemos un pasado no ya movidito, sino turbulento; quienes hemos perdido a muchos seres queridos, no podemos dejar de recordar lo que vivimos, lo que ganamos, lo que perdimos, lo que pudo haber sido y no fue…
Esa evocación a veces nos alegra y casi siempre nos entristece, pero no podemos evitarla. Regresamos a una, o a varias etapas de nuestra vida, la vida que vivimos con intensidad.
Somos vitales, seguimos haciendo cosas. Pero ya no podremos, por unas razones o por otras, hacer las que hicimos cuando éramos jóvenes, lo cual no quiere decir que seamos viejos, sobre todo ahora, que la llegada de la vejez se ha retrasado tanto. El caso es que la nostalgia no es cosa de gente mayor, ni depresiva.
Podemos desprendernos de muchas cosas, pero no de los recuerdos. Además, no hay motivos para que nos desprendamos de ellos. Muchas veces los atesoramos.
¿Para qué se toman las fotografías? Pues para guardarlas, ya no en un álbum con tapas de cuero azul, sino en una carpeta de la computadora, o en discos, y un domingo de lluvia las vamos pasando y recordando los paisajes, los rostros de las personas y las sensaciones que experimentamos entonces. Estamos regresando al pasado.
En otra oportunidad publicamos “in extenso” un estupendo artículo del escritor español Carmelo López-Arias Montenegro, dedicado a evocar a un escritor evocador, valga el juego de palabras: Fernando Vizcaíno Casas, que fue también periodista y abogado especializado en derecho laboral, el mejor de España.
López-Arias Montenegro recordaba que la pluma de Vizcaíno Casas alcanzó verdadero relieve literario en la evocación del pasado.
Y añadía: “La nostalgia es la certificación de nuestra identidad. Constituye el aliciente para mirar atrás y reconocernos en quienes fuimos, aun si no nos gusta lo que fuimos. Gracias a esa sensación, dulce o dolorida, ya mueva a la sonrisa, al sollozo o al remordimiento, nos preciamos como esencialmente unos en el tiempo. Si el ayer no nos zarandease todavía el corazón, ¿cómo identificarnos con aquel ser que éramos, y con quien apenas guardamos ya nada en común?”
Dejémonos llevar, con la frecuencia que sea, por el agridulce zarandeo del ayer de la mano del gran poeta argentino Raúl Gozález Tuñón.
Elogio de la nostalgia *
...pues nostalgia es memoria
y Mnemosine era la madre de las musas.
La nostalgia es la cita sutil con el pasado
y una forma del sueño.
Esa corriente oculta y silenciosa
que se opone al olvido con decoro.
Es el domingo triste del recuerdo
y la suave saudade de lo que un claro día
fue tocante, entrañable.
De lo que hubo de hondo y bello
entre tantas cosas...
No sólo es el pasado,
tiene intención de futuro.
Adivina, esperaa
quello que mañana no afeará la vida.
* Raúl González Tuñon
DE POEMAS PARA EL ATRIL DE UNA PIANOLA, 1965
© José Luis Alvarez Fermosel
Notas relacionadas:
“La Criolla, café concert”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/09/la-criolla-caf-concert.html)
“Vizcaíno Casas o el elogio de la nostalgia”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/07/vizcaino-casas-o-el-elogio-de-la.html)
“La Criolla, café concert”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/09/la-criolla-caf-concert.html)
“Vizcaíno Casas o el elogio de la nostalgia”
(http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2009/07/vizcaino-casas-o-el-elogio-de-la.html)
2 comentarios:
Siempre es un placer leerlo, además por su generosidad en cuanto a publicar los links de los blogs que le interesan , accedo también a ellos. asiduamente leía Los irracioanles y me resultaba también, muy grato hacerlo y hace tiempo no hay entradas en él, no quiero pecar de imprudente, pero ud ha mencionado en varias oportunidades a la responsable como su amiga, le hago una pregunta que, por supuesto ud contestará si cree oportuno hacerlo . ¿Ha aandonado la escritura su autora?
Gracias por la fineza de sus textos que nos acercan al conocimiento y a las emociones.
Hola, quien seas, que no has firmado -la próxima vez, házlo, por favor-. Lo más importante: mi gratitud por tu elogio. Segundo: la persona a la que te refieres sigue teniendo abierto su blog. Ultimamente ha tenido algunos inconvenientes serios,razón por la cual se ha llamado a capítulo por un tiempo. Pero creo que enseguida volverá a escribir. Gracias por tu mensaje y saludos cordiales.
Publicar un comentario