Fernando Vizcaíno Casas, nacido en Valencia en 1926 y muerto en Madrid en 2003, fue el abogado laboralista número uno de España y un escritor y periodista que cultivó con fortuna todos los géneros, de la novela al artículo, pasando por el ensayo, el tratado y el guión televisivo.
Después de 15 años de práctica periodística en varios diarios y revistas de toda España, ingresó en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, donde cursó toda la carrera, obteniendo el título oficial en 1971.
Fue autor de más de 40 libros, de los cuales vendió cuatro millones de ejemplares.
Integró tertulias de cafés literarios y ateneos.
Se inscribió en la “escuela humorística española”, que contó con lumbreras como Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Tono, Mercedes Ballesteros y tantos otros.
Recibió innumerables premios y condecoraciones.
De su libro Historias Puñeteras (1) extraemos las siguientes:
El demandante se llamaba Santiago Parrilla; la empresa demandada, Emparrillados Metálicos. Y el magistrado convenció a las partes de que debían conciliar, ya que, evidentemente, podía decirse que habían nacido la una para la otra.
..........
Diligencia de notificación negativa de sentencia:
En Elche, a 26 de octubre de 1998, me constituí en el domicilio de los interfectos, no pudiendo llevar a cabo la notificación de sentencia acordada por haber fallecido los dos y desconocerse su nuevo domicilio. Doy fe.
..........
El Boletín Oficial del Estado, más conocido por su sigla o abreviatura, BOE, publicó un acuerdo de la Comisión Permanente de 14 de septiembre de 1984 por el que se nombraba juez unipersonal suplente del Tribunal Tutelar de Menores de Melilla. Normal. Sin embargo, sorprendió a los lectores de la también llamada Gaceta de Madrid que el acuerdo en cuestión apareciese firmado por
el Presidente del Consejo General del JODER Judicial.
Creímos entonces que se trataba de una errata; con el tiempo, se ha demostrado que fue toda una premonición.
Y por si algo faltara, en el mismo BOE de posteriores fechas se citó al organismo como el CONEJO General del Poder Judicial. Con lo que, errata sobre errata, tendríamos la muy sicalíptica denominación de un CONEJO General del JODER Judicial.
..........
El testigo era un gitano, dicho sea con todos los respetos, que declaraba como testigo en una vista por lesiones.
Pregunta el juez:
- ¿Es cierto que la víctima fue apuñalada en la reyerta?
- Exactamente en la reyerta, no: un poco mas arriba. Entre el ombligo y la reyerta.
..........
Un banquero, procesado por estafa, recibe el entusiasta telegrama de su abogado defensor, así redactado; La verdad ha triunfado. Al que contesta inmediatamente: Apele usted.
..........
Bueno será terminar con otra verídica anécdota, reveladora de la condición humana de los magistrados, perfectamente compatible con su sabiduría jurídica y su rigor profesional.
Se juzgaba en la Audiencia de Sevilla a la dueña de un prostíbulo, acusada de ejercer como proxeneta, provocar escándalo público e incitar a la prostitución. Entró la rea en la sala con los ojos bajos, el semblante contrito, las manos juntas sobre el pecho; y ocupó el banquillo, siempre con la vista clavada en el suelo. El presidente del tribunal le ordenó:
- ¡Póngase en pie la procesada!
Y ella, entonces, levantó la mirada por vez primera y, sin disimular su asombro, exclamó:
- ¡Tomasito! ¡Si eres tú! ¡Qué casualidad...!
(1) Las puñetas son los encajes o adornos que llevan los jueces en las bocamangas.
Después de 15 años de práctica periodística en varios diarios y revistas de toda España, ingresó en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, donde cursó toda la carrera, obteniendo el título oficial en 1971.
Fue autor de más de 40 libros, de los cuales vendió cuatro millones de ejemplares.
Integró tertulias de cafés literarios y ateneos.
Se inscribió en la “escuela humorística española”, que contó con lumbreras como Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Tono, Mercedes Ballesteros y tantos otros.
Recibió innumerables premios y condecoraciones.
De su libro Historias Puñeteras (1) extraemos las siguientes:
El demandante se llamaba Santiago Parrilla; la empresa demandada, Emparrillados Metálicos. Y el magistrado convenció a las partes de que debían conciliar, ya que, evidentemente, podía decirse que habían nacido la una para la otra.
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Diligencia de notificación negativa de sentencia:
En Elche, a 26 de octubre de 1998, me constituí en el domicilio de los interfectos, no pudiendo llevar a cabo la notificación de sentencia acordada por haber fallecido los dos y desconocerse su nuevo domicilio. Doy fe.
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El Boletín Oficial del Estado, más conocido por su sigla o abreviatura, BOE, publicó un acuerdo de la Comisión Permanente de 14 de septiembre de 1984 por el que se nombraba juez unipersonal suplente del Tribunal Tutelar de Menores de Melilla. Normal. Sin embargo, sorprendió a los lectores de la también llamada Gaceta de Madrid que el acuerdo en cuestión apareciese firmado por
el Presidente del Consejo General del JODER Judicial.
Creímos entonces que se trataba de una errata; con el tiempo, se ha demostrado que fue toda una premonición.
Y por si algo faltara, en el mismo BOE de posteriores fechas se citó al organismo como el CONEJO General del Poder Judicial. Con lo que, errata sobre errata, tendríamos la muy sicalíptica denominación de un CONEJO General del JODER Judicial.
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El testigo era un gitano, dicho sea con todos los respetos, que declaraba como testigo en una vista por lesiones.
Pregunta el juez:
- ¿Es cierto que la víctima fue apuñalada en la reyerta?
- Exactamente en la reyerta, no: un poco mas arriba. Entre el ombligo y la reyerta.
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Un banquero, procesado por estafa, recibe el entusiasta telegrama de su abogado defensor, así redactado; La verdad ha triunfado. Al que contesta inmediatamente: Apele usted.
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Bueno será terminar con otra verídica anécdota, reveladora de la condición humana de los magistrados, perfectamente compatible con su sabiduría jurídica y su rigor profesional.
Se juzgaba en la Audiencia de Sevilla a la dueña de un prostíbulo, acusada de ejercer como proxeneta, provocar escándalo público e incitar a la prostitución. Entró la rea en la sala con los ojos bajos, el semblante contrito, las manos juntas sobre el pecho; y ocupó el banquillo, siempre con la vista clavada en el suelo. El presidente del tribunal le ordenó:
- ¡Póngase en pie la procesada!
Y ella, entonces, levantó la mirada por vez primera y, sin disimular su asombro, exclamó:
- ¡Tomasito! ¡Si eres tú! ¡Qué casualidad...!
(1) Las puñetas son los encajes o adornos que llevan los jueces en las bocamangas.
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