“Esto de la vida online no me gusta. No me copa la idea de relacionarme por medio de un monitor y que las personas pasen a ser sólo eso. No soy renuente a la tecnología pero no tolero que la vida pase por ahí”, dice Florencia Gerez (23), estudiante de Derecho. Ella chatea lo justo y necesario y es prácticamente la única de sus amigas que no tiene Facebook. Explica convencida su decisión: “El no tener Facebook hoy en día es como vivir adentro de una burbuja. ¡Y, la verdad, mi burbuja me encanta! Aunque no me entere de las reuniones reencuentro del colegio y me las tengan que contar mis amigas cuando vienen a casa a tomar mate”. “Encima –agrega Florencia– no me interesa vivir pendiente de cuántos amigos tengo en Facebook, de lo que dijo o hizo el otro, de mostrarles a todos cómo fue mi finde, o subir las fotos de mis vacaciones, lo siento como un caretaje en el cual la gente busca la aceptación del otro”.
La declaración de principios, o poco menos, consignada en el párrafo anterior, está incluída en un amplio y magnífico –en todos los sentidos- informe especial de Santiago Casanello publicado en el diario Crítica de la Argentina el 19 de julio de 2009, que puede leerse íntegro en nota relacionada.
“Gente offline, ¿neohippies, rebeldes sin causa o bichos raros?”
(http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=27744)
La declaración de principios, o poco menos, consignada en el párrafo anterior, está incluída en un amplio y magnífico –en todos los sentidos- informe especial de Santiago Casanello publicado en el diario Crítica de la Argentina el 19 de julio de 2009, que puede leerse íntegro en nota relacionada.
“Gente offline, ¿neohippies, rebeldes sin causa o bichos raros?”
(http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=27744)
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