La firma deportiva Nike tomó su nombre y su logo, en forma de ala, de la famosa escultura denominada la Victoria de Samotracia, en griego Niki tis Samothrakis.
El escritor italiano Filippo Tomaso Marinetti (1876-1944), paladín del movimiento futurista y autor de Mafarka, El futurista y otras obras, dijo en un manifiesto publicado en el diario francés Le Figaro, en 1909, que “un automóvil lanzado a toda velocidad es más hermoso que la Victoria de Samotracia”.
Como recuerda el escritor argentino Guillermo Giucci, Mario Morasso se anticipó en su libro La nuova arma: la macchina a Marinetti, cuando comparó la Victoria de Samotracia con el coche, que se estremece al comenzar a funcionar el motor, revelando una potencia virtual.
Se condensaba en esas afirmaciones y en otras de otros escritores el rechazo a la estatuaria clásica y, por extensión, al arte tradicional, en beneficio de uno nuevo que rindiese culto a los progresos técnicos de la industrialización y el maquinismo.
Mientras tanto, la alada Victoria de Samotracia se yergue, bellísima y desafiante, en el remate de la escalera del Louvre parisiense.
Su cuerpo presenta una leve y graciosa torsión. Parece retener el viento en los pliegues de su túnica, que se adhiere a sus formas, dejando traslucir su armonía.
Ese tratamiento es similar a la técnica de “paños mojados” de las esculturas de Fidias.
La Victoria de Samotracia es una escultura de bulto redondo de la escuela rodia, una de las más barrocas del helenismo. Mide 245 centímetros de altura y está hecha de mármol. Su autor, según algunos expertos fue Pithókritos de Rodas.
Se calcula que la Victoria de Samotracia se esculpió por orden de Demetrio Poliorcetes para conmemorar su triunfo naval en Salamina sobre la flota de Ptolomeo Soter en el año 306 antes de Cristo.
El diplomático y arqueólogo francés Charles Champoiseau descubrió la escultura en 1863 en la isla de Samotracia.
El escritor italiano Filippo Tomaso Marinetti (1876-1944), paladín del movimiento futurista y autor de Mafarka, El futurista y otras obras, dijo en un manifiesto publicado en el diario francés Le Figaro, en 1909, que “un automóvil lanzado a toda velocidad es más hermoso que la Victoria de Samotracia”.
Como recuerda el escritor argentino Guillermo Giucci, Mario Morasso se anticipó en su libro La nuova arma: la macchina a Marinetti, cuando comparó la Victoria de Samotracia con el coche, que se estremece al comenzar a funcionar el motor, revelando una potencia virtual.
Se condensaba en esas afirmaciones y en otras de otros escritores el rechazo a la estatuaria clásica y, por extensión, al arte tradicional, en beneficio de uno nuevo que rindiese culto a los progresos técnicos de la industrialización y el maquinismo.
Mientras tanto, la alada Victoria de Samotracia se yergue, bellísima y desafiante, en el remate de la escalera del Louvre parisiense.
Su cuerpo presenta una leve y graciosa torsión. Parece retener el viento en los pliegues de su túnica, que se adhiere a sus formas, dejando traslucir su armonía.
Ese tratamiento es similar a la técnica de “paños mojados” de las esculturas de Fidias.
La Victoria de Samotracia es una escultura de bulto redondo de la escuela rodia, una de las más barrocas del helenismo. Mide 245 centímetros de altura y está hecha de mármol. Su autor, según algunos expertos fue Pithókritos de Rodas.
Se calcula que la Victoria de Samotracia se esculpió por orden de Demetrio Poliorcetes para conmemorar su triunfo naval en Salamina sobre la flota de Ptolomeo Soter en el año 306 antes de Cristo.
El diplomático y arqueólogo francés Charles Champoiseau descubrió la escultura en 1863 en la isla de Samotracia.
© José Luis Alvarez Fermosel
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