sábado, 4 de julio de 2009

Olivos


Arboles recios, venerables: el roble, la encina, el castaño, el olivo…
El olivo fue consagrado a Minerva, la diosa de la sabiduría, que compartía la presidencia de las artes con las musas.
Todavía subsiste, en las cercanías de Atenas, un olivo a cuya sombra impartía sus clases Platón.
Noble árbol de hojas de plata verde a la luz de la luna, el olivo jalona el campo andaluz y su fruto, la aceituna, se luce en pequeños platos de porcelana de Talavera de la Reina en las tabernas caras de Madrid, Sevilla y todas las ciudades y pueblos de España; y en tascas baratas, también, sino que en éstas los platos son de loza o de barro.
Cuenta la leyenda que en las comarcas catalanas de Ribagorza y Pallars, las ramas de olivo ahuyentaron siempre a las brujas: que las hay, las hay.
Todavía es frecuente en España poner en las ventanas de las casas una rama de olivo bendecida el domingo de Ramos para protegerlas de las posibles asechanzas del demonio.
Después del diluvio universal, una paloma sobrevoló el arca de Noé trayendo una rama de olivo en su pico, en señal de que las aguas habían descendido.
Desde entonces, el olivo simboliza la paz y la concordia en todo Occidente.
La paz y la concordia brillan por su ausencia en Occidente…; ¡y ni que hablar en Oriente!



© José Luis Alvarez Fermosel

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