sábado, 31 de mayo de 2008

Elogio de la gordura

Si Erasmo hizo el elogio de la locura, ¿por qué no podemos hacer nosotros el elogio de la gordu­ra, que en definitiva es más sana que la insania?
Vivimos en un mundo de fla­cos -no ya de flacas- que viven una vida que no es vida.
Hay que ser flaco, no ya delgado. Y, claro, estar de mal humor siempre; porque está comprobado que el régimen a base de galletas de sal­vado, zapallo (con perdón...) y ensalada de remolacha y nabos (perdón, otra vez) hervidos no contribuye, precisamente, a crear un estado físico y espiritual proclive a la constante sonrisa de oreja a oreja o a la broma desenfadada cada dos por tres.
Está probado históricamente que el gordo, el hombre bien comido y bien bebido, es jovial y bonachón y tiende a no crear problemas -lo cual es bueno, en principio- y a resolver los suyos sin complicar a nadie. Estamos hablando, naturalmente, de gordos sanos, cuya salud no esté en peligro, no de obesos mórbidos o de enfermos, pobre gente, que esa sí que no tiene motivos para estar de buen humor.
Recordemos a gordos inefables y simpáticos como Falstaff, Gargantúa o Porthos, el mosquetero de insaciable apetito de Alejandro Dumas, gran escritor y mayor "gourmand"; y, lógicamente, gordo.
Otro gordo de ficción era el epicúreo detective Nero Wolfe, creado por el autor norteamericano de novelas policiales Rex Stout. Wolfe tenía como cocinero a un cordón "bleu", o poco menos, llamado Fritz, que le preparaba platos exquisitos. Wolfe, además, bebía ingentes cantidades de cerveza embotellada "Old Corcoran". No le iba a la zaga Alexandre Benoit-Bérurier, uno de los monstruosos héroes de la serie policial francesa "San Antonio", de Frédéric Dard, que cita el escritor francés Francois Coupry en su delicioso libro "El elogio del gordo".
Bérurier es simple, bueno, corajudo, feo, le encanta hacer el amor, es desordenado, rústico y desa­foradamente glotón: una suerte de Sancho Panza "aggiornado", en una palabra.
Quizás el gordo más entrañable para uno -viejo lector de novelas policíacas- sea el comisario Maigret del belga recriado en Francia, Georges Simenon.
Maigret, más que gordo, es corpulento, macizo. Se nota menos que es gordo porque es muy alto. Cuando se zambulle de cabeza en un caso -casi siempre de homicidio- no va nunca a almorzar a su casa, a pesar de que su mujer es una excelente cocinera. Come siempre, acompañado por el inspector que le ayuda en la investiga­ción, en "bistros" de tres al cuarto del Barrio Latino o del bulevar Montparnasse en los que, sin embargo, se come estupendamente.
También la figura, o la imagen del gordo es agradable en la vida real, pese a que algunos se empeñen en asociar la gordura con la impotencia, la humillación o la infelicidad.
Gordas hoy pocas. Se ven muy pocas gordas hoy día, salvo en los cuadros y las esculturas del colombiano Fernando Botero.
La actriz alemana Marianne Sägebrecht reivindicó a las gordas a partir de la deliciosa película "Bagdad café”. Claro que Marianne es una gorda tan hermosa y tan bien proporcionada que quizá no responda fielmente al patrón de las gordas en general, por lo común no tan bien hechas.
Otra que está magníficamente constituída es la también actriz, ésta norteamericana, Queen Latifah, una mulata que entra en el rubro de las gordas esculturales.
De cualquier manera, que Dios bendiga también a las gordas menos perfectas que Marianne Sägebrecht y Queen Latifah, que suelen ser bondadosas, tiernas, simpáticas y se ríen a carcajadas que hacen bambolear sus rotundas zonas pectorales, a las que no ha sido necesario implantar silicona. Las gordas asumidas, sin complejos, felices, jocundas, fellinianas, son de natural tranquilo -como dijo el clásico- hacendosas, buenas amigas y suelen tener mucha paciencia con los niños.
Las gordas por decisión propia, porque pueden, quieren y les da la gana jamás tendrán problemas derivados de la lipoaspiración y otros tratamientos, ni padecerán del síndrome de abstinencia de esos guisotes tan ricos, especiales para invierno, monumentales tortas con mucha crema y vermús con polícromas y barrocas picadas de las que dar buena cuenta en confiterías elegantes. Sus amigas las adoran, son proclives a la confidencia y suelen guardar los secretos.
Si padecen males de amor los llevan bien, no como esas flacas resecas, amargadas, con el duro rostro cuarteado y la boca apretada que se destaca como una fina y pálida cicatriz. Esas flacas son inaguantables y algunas terminan por hacerse crueles.
Cada día se ven menos menos gordas. ¡Qué lástima!

Ilustración:
“Cuatro gordas”, de
Fernando Botero

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:
28-05-2008: “Jocunda, casi dionisíaca…”
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/05/jocunda-casi-dionisaca.html

2 comentarios:

GlamToday VideoTop dijo...

GRACIAS¡ JOSE LUIS ' ME HAS SUBIDO MI AUTOESTIMA AUN MAS¡ VINIENDO DE UN HOMBRE DE MUNDO COMO VOS.

YO SOY GORDA SABES? YXUANTA RAZON TIENES EN QUE TENEMOS MUY MAL HUMOR CUANDO SE HACE DIETA¡

BESOS ¡

Anónimo dijo...

Mary, gracias por tu mensaje y no bajes la autoestima por nada. Según me han dicho, tú eres del tipo de la alemana y Queen Latifah. Un beso grande.