sábado, 31 de mayo de 2008

Café con barquito

Uno nunca supo hacer avioncitos, ni barquitos de papel, pero siempre le fascinaron unos y otros, sobre todo los últimos. Y, por encima de todo, cuando los veía navegar por un charco o en el agua retenida en un trecho largo de calle, o en una fuente grande.
Nunca hasta hoy uno vio un barquito de papel en una taza de café, varado, para ser exactos, en una taza de café, lo cual le sorprende e incluso le inquieta un poco. ¿Quién habrá hecho el barquito? ¿Por qué lo habrá depositado en la taza, sobre el café que no quiso beber? Seguramente porque se enfadó con alguien y decidió no tomarse la taza del aromático brebaje.
Mejor gesto que el de dar un puñetazo en la mesa. Buen pretexto, también, para ese fotógrafo que siempre está allí y en esta oportunidad captó una composición nada común: una taza de café sin azúcar, o con ella en el fondo, con un barquito de papel flotando en su oscura superficie. ¿Algo se anula? ¿Algo se adorna?

- ¿Café, señor, solo, con leche o cortado?
- No, con un barquito de papel.
- ¡Pero…!
- Está bien, tráigame un papel que yo haré el barquito.
- ¿Y…?
- Después puede usted hacer lo que quiera con la taza de café y el barquito.
- Señor, es usted un original.
- No, es que estoy aburrido de todo.
- ¿No será que ella…?
- ¡Calle, calle usted, hombre de Dios…!

El barquito naufragará en cuanto se empape de café. Pero ya nada será igual.
Y pensar que todo empezó porque a alguien se le ocurrió hacer un barquito de papel y meterlo en una taza de café…



© José Luis Alvarez Fermosel




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