miércoles, 31 de marzo de 2010

Chinitas y monedas

Las personas más humildes, las que desempeñan tareas sencillas, las que no ocupan un lugar de privilegio en la escala social, quienes se dedican a servir a los demás, de una manera u otra, nos dan con frecuencia los ejemplos más expresivos, no ya de buena educación, sino de cortesía, e incluso de delicadeza.
Vayamos al hecho por la vía de la anécdota.
Muy cerca de mi casa hay un pequeño mercado de chinitas. Todas son muy jóvenes y muy simpáticas.
Mi mujer, yo, ocasionalmente los dos juntos compramos algo en él de tanto en tanto. Las compras grandes las hacemos en el supermercado de siempre, que está más lejos de casa.
Suelen plantearse inconvenientes a la hora de pagar por la falta de monedas. Las monedas escasean, no se sabe quien las tiene, quien las retiene. Alguien me dijo que esta insuficiencia proviene de ciertas maniobras fraudulentas conducentes a que algunos especuladores se hagan de mala manera con… unas monedas, o con algunos miles de ellas, para ser precisos.
Un buen día empecé a hacer acopio de monedas y a guardarlas en una caja de cartón de color rojo. Cuando tuve unas cuantas pasé por el mercado de las chinitas y le di la caja a una de ellas, que es muy mona y cuando sonríe se le ilumina la cara.
La chinita quería darme el cambio en seguida, pero estaba ocupada en la caja y había una cola bastante larga, por lo cual le dije que ya arreglaríamos cuentas otro día y me fui.
Cuarenta y ocho horas después, el muchacho paraguayo del mercado que lleva los pedidos a domicilio vino a mi casa y me trajo 18 pesos en billetes, en la misma caja roja en la que yo había llevado las monedas a las chinitas.
Un detalle poco común, en estos tiempos en que los detalles brillan por su ausencia y la mala educación, los malos modos, la grosería, el feismo, el ventajismo y el atropello son, hablando de monedas, moneda corriente.
He tenido trato frecuente con orientales en mi práctica de artes marciales. En Argentina y en otros países. En pocos lugares me he sentido tan rodeado de caballeros como en los "dojos" (1), donde la caballerosidad no era patrimonio exclusivo de los "senseis" (2), sino de todos los alumnos orientales y, por contacto –nunca mejor empleada la expresión, hablando de artes marciales- los occidentales.
El escritor colombiano Alvaro Mutis dijo que las convenciones puramente formales, es decir, las buenas formas llegaron a su más alta expresión durante el siglo XVII en Occidente y, en el siglo XI, en China y Japón. Reciben el nombre de cortesía.
Recordemos a los dos samurais que se dirigen en el Japón del siglo XI al campo para batirse en duelo mortal. Sorprendidos por un aguacero, el único que lleva paraguas lo comparte con el otro.
Las buenas maneras no son un adorno inútil, un artificio amanerado, una hipócrita teoría de gestos y palabras gratuitos.
"La refinada cortesía es la mejor muestra de verdadera civilización, el fruto en sazón de una gran cultura, el producto de un buen tono incrementado durante varias generaciones", dijo textualmente Mutis en un diario español.
Le llevé a las chinitas unos claveles rojos. Los compré, con los billetes que me dieron por las monedas, en un quiosco cercano al mercadito. A tal señor, tal honor. En este caso, a tales señoritas tal honor.


(1) Gimnasios
(2) Maestros

© José Luis Alvarez Fermosel

domingo, 28 de marzo de 2010

Nombres que denigran la condición humana

La Dirección del Registro Civil de la provincia ecuatoriana de Manabi había prohibido a finales del siglo pasado la imposición de nombres extravagantes y ridículos que denigraran la condición humana. No sé si esa prohibición se levantó o sigue vigente.
El caso es que la medida permitió salvar entonces a tres niñas de pasar a la historia de Ecuador con los nombres de Sirena Ventisca Mendoza, Cacerola Adams Molina y Trifulca Diostedé Tinoco, según se informó en Portoviejo, otra ciudad de Ecuador.
En Uruguay regía una ley -no sé si continuará rigiendo- que prohibía a los padres inscribir a sus hijos en el Registro Civil con nombres estrafalarios o inmorales. Un artículo de esa ley autorizaba a cambiarse el nombre a personas que no estuvieran conformes con el que les habían impuesto sus progenitores. Eso ocurrió con Prostituta Fernández, que pasó a llamarse simplemente María: María Fernández.
(Ahora bien, y entre paréntesis: ¡hay que tener mala leche para ponerle Prostituta de nombre a una hija!).
Antes de que se sancionara esa ley, como consta en la Dirección General del Registro Civil de Montevideo, algunos de nuestros hermanos uruguayos -¡pobrecillos!- recibían nombres como Pepa Colorada, Juanito Preso, Aguinaldo Acosta, Adomicilio Fernández, Ataúd Velázquez, Fertilizante Sosa, Glóbulo Rojo, Pura Pinta, Máximo Pequeño, Masa de Papa, Murmuración Rodríguez, Potranca Barrete, Modesto Tamaño, Mi Papito, Excremento Martínez, Blanca Pintada de Amarillo, Viva Alemania…
En Argentina nos da por la grandilocuencia, por la megalomanía. Y en vez de llamar a nuestros hijos Fernando, José María o Pedro los anotamos como Dante, Víctor Hugo, Julio César, Rubén Darío… Los homónimos de esos personajes históricos no suelen mostrarse a la altura de ninguno de ellos.
Víctor Hugo Pérez, un suponer, se dedica a la venta de ropas hechas y quincalla en un barrio suburbano de una ciudad de provincias; Dante Extremeras es empleado de una oficina pública y no ha escrito en toda su vida más que expedientes y cartas a su padre, pidiéndole dinero; y Julio César Cagancho carece por completo de genio político y militar y no cruzó ningún río (1).
Se dan en estas playas, también, las combinaciones de nombres tilingos –por utilizar la terminología local-, como Eduardo Carlos, Roberto Pedro, Jaime Jorge, Juan Hermógenes, Mario Luis y un largo etcétera. Gente que, por ahí, sale de armas tomar y tiene que soportar, en Argentina, donde no se usa el apellido del padre y de la madre, sino dos nombres de pila combinados y el apellido paterno, patronímicos que no condicen con su reciedumbre.
De cualquier manera, peores son los uruguayos -ojo: en eso de los nombres raros, nada más-. ¡No se le puede poner de nombre a nadie Sapo, Yegua, Aspirina, Fertilizante o Ataúd! Eso es condenar al portador a una constante tomadura de pelo, al ridículo más espantoso.
Personas con semejantes nombres, hasta que se los puedan cambiar, tendrán lógicamente una mala leche de aquí te espero, Baldomero.
Lo que no se comprende es cómo los padres -no sólo el padre, quien es el que, por lo general, va al Registro Civil a anotar al hijo, sino la madre, porque los nombres se los ponen a los hijos el padre y la madre de común acuerdo-, lo que no se entiende es que algunos sean tan cabrones como para poner, por las razones que ellos crean tener, o sin ninguna, nombres no ya raros, o disparatados, sino denigrantes a sus hijos, como Sapo –por más que el sapo sea en realidad un animal muy simpático-, Sin Nombre o Prostituta.
Por muy amargo que uno sea -o por muy amargado que esté-, por muy mal que la vaya en la vida, por muy resentido que esté, no puede llamarle ramera a su hija a las primeras de cambio, y en los papeles, para toda la vida o por una parte de ella. Entre otras cosas porque quizá, por esos tejes y manejes del subconsciente, eso le obligue a dedicarse a la prostitución en contra de su voluntad.
Las mujeres que se dedican al segundo oficio más antiguo del mundo –el primero es el de madre- han gozado siempre de nuestra comprensión, nuestro respeto y nuestra solidaridad -¡que no se escandalicen los puritanos!-. Un día contaré alguna de las muchas y entrañables historias protagonizadas por esas mujeres aquí y en Pekín.
A lo mejor, los padres que les ponen esos nombres a sus hijos no están bien, o bebieron antes de ponérselos y se los pusieron bajo la influencia del alcohol.
No tiene nada de particular que uno, cuando va a registrar legalmente a su hijo, se tome una o dos copas por el camino, porque se encuentra con un amigo o por las suyas, porque no le basta la alegría que tiene y quiere tener más, por el hecho de haber sido padre.
Pero, ¡hombre!, con dos copas, o aunque sea con tres, a uno lo que le pasa, por lo general, es que se le viene a las mientes la sonrisa del sol a la amanecida. O advierte que los atlantes y las cariátides que sostienen fachadas de antañones edificios en sus hombros de piedra, las sueltan los fines de semana, las fachadas se quedan suspendidas en el aire y unos y otras se van de juerga, mientras los porteros duermen la siesta.
Con un whisky, o un gin tonic de más uno se da cuenta de que los jazmines, en las noches de verano, les roban el perfume a las muchachas colándose por las ventanas abiertas de sus alcobas, después de trepar por paredes con hiedra, como quería hacer el protagonista de aquella jota navarra
inolvidable. Todos los espantapájaros se entonan, madrugada tras madrugada, ingurgitando el rocío que se deposita sobre las plantas y las flores. Uno lo descubre –aunque lo había intuído siempre-, cuando está ligeramente achispado.
Uno puede beber hasta emborracharse porque tiene un problema, o varios, aunque tal cosa no es aconsejable en ese estado de ánimo. O porque padece en su trabajo a un jefe que no es que sepa mucho menos que uno, sino que es un gilipollas. Uno puede emborracharse por mil razones. O pura y llanamente porque quiere, puede y le da la gana.
Pero ni borracho, aunque sea de negras broncas con mucho fundamento, de desesperadas penas de amor o de celos, de amargas flemas que no sabes si te suben a la garganta desde los cuarteados bronquios o del loco corazón -más cuarteado todavía-, de ningún modo puede acercarse uno dando tumbos al Registro Civil e inscribir a su hijo con el nombre de pila de Excremento o a su hija con el de Puta.

(1) Referencia a Julio César cuando, al regresar de las Galias, se detuvo unos segundos a la orilla del río Rubicón, cuyo cruce había sido decretado como sacrílego por el Senado. César dijo Alea jacta est (La suerte está echada), pasó esa estrecha barrera de agua con sus legiones y marchó triunfalmente sobre Roma.


© José Luis Alvarez Fermosel

Ver:

http://www.svcommunity.org/forum/chat-general/nombres-raros/10/
http://onomastica.mailcatala.com/viewtopic.php?t=25

sábado, 27 de marzo de 2010

Derecha e izquierda

viernes, 26 de marzo de 2010

Soneto a Madrid

Ver José García Nieto

Abogado a tus zapatos

Si al abogado se le manda a sus zapatos, al zapatero habría que mandarle a sus alegatos. Pero si bien lo de un letrado son sus textos jurídicos y sus códigos –el Civil, el Penal y otros-, también lo suyo pueden ser los zapatos, es decir meterse a zapatero…, mientra éste contempla la posibilidad de cambiar la lezna por el Derecho Mercantil, que no creo que exista ya como asignatura, o acaso se llame de otra manera -ha pasado mucho tiempo desde que yo estudiaba Derecho-.
Antes de que toda esto se complique más, apresurémonos a decir que el abogado es zapatero y el zapatero no sabemos si será algo más, ¿por qué no abogado?
El abogado-zapatero es Norman Vilalta, un argentino de Puerto Madryn de 38 años, afincado en Barcelona, que hace zapatos a medida y vende cada par a un precio superior al de un sueldo medio en España.
Es un personaje simpático y divertido, además, con ideas muy acertadas, por ejemplo, acerca de la diferencia que existe entre la belleza y la hermosura.
Emilse Pizarro lo entrevistó “in extenso” para el diario La Nación de Buenos Aires.


J. L. A. F.

jueves, 25 de marzo de 2010

Ni chicha ni limonada

La expresión ni chicha ni limonada quiere decir no ser una cosa ni otra. Es un dicho muy popular en el habla española. En realidad, es un aporte –uno más- de la América hispanohablante.
También significa no servir para nada, no ser capaz de nada. Hay gente que no sirve para nada y es capaz de todo.
Si algo es de chicha y nabo, o de chichinabo, no es nada, no vale nada.
Chicha se llamó siempre a la carne comestible en lenguaje infantil, según el diccionario de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos.
Chicha, en plural, es carne de persona. Mi padre tiene una fonda en Benabarre; la gente dice que mis chichas son el mejor anuncio de la fonda. Esto escribe Camilo José Cela en la página 294 de su libro Pirineo.
La chicha es una bebida alcohólica procedente del indigenismo venezolano que se propagó por Perú, Argentina, Bolivia y Chile. Se hace moliendo maíz, añadiendo jugo de piña, guarapo, es decir, pulpa de caña de azúcar y dejando que la mezcla fermente. A veces se le añade una melaza llamada papelón.
Por traslación metonímica, lo chicha alude un poco despectivamente a las llamadas “canciones chicha” de carácter andino pero de producción suburbana, que dieron origen a la bailanta, de escaso o nulo valor artístico, según algunos.
¡Hay qué ver lo que influyeron siempre estas cosas del comercio y el bebercio en el idioma y el folklore de los pueblos!
Según otro dicho popular, el comercio sin bebercio no es negocio.


© José Luis Alvarez Fermosel

martes, 23 de marzo de 2010

La RAE está rara

Nuestra inconsciencia es la clave de nuestros objetivos. (Karl Jung)

Sigue corrompiéndose el idioma español, con la estólida permisividad de la Real Academia Española (RAE).
De modo que no nos extrañaría que en muy poco tiempo la docta corporación cobijara a las últimas expresiones que han adoptado ya presentadores, reporteros de calle de radio y televisión, redactores de diarios y otras publicaciones y, naturalmente, los esnobs que esperan ansiosamente todo lo que pueda diferenciarlos de los demás, dándoles a ellos un lugar preponderante.
También las dicen muchos profesionales: abogados, médicos, ingenieros, “filósofos” y, ni que decir tiene, políticos y toda la runfla de mentores, asesores, punteros y truchimanes que los acompañan.
La gente, el pueblo, el hombre de la calle, que tiene tantos dichos expresivos, cargados de humor, ingeniosos, está olvidándolos y, a fuerza de oir barbaridades, las incorpora a su lengua.
Aunque parezca mentira, ya se escuchan en todas partes y a todas horas las palabras que siguen, que no nos extrañaría que pudiéramos leer en cualquier momento en el diccionario de la RAE, que esta cada vez más rara:
Traslucir por condición de translúcido, oscarizar por otorgar el premio Oscar, asociativismo por asociación, elitear por manejarse con elites, o ser elitista; elitarista por elitista, miembra por miembro perteneciente al sexo femenino, repitencia por repetición, espiralizar por entrar en una espiral, o algo así; inversionar por invertir, conectividad, conneción y conección por conexión, equitatividad por equidad, avisante por avisador…
© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:
Pobreza de léxico

“Quis custodiet ipsos custodes?”

La Real Academia Española, como en 1713
La pobreza idiomática
Cátedra bastarda del lenguaje

domingo, 21 de marzo de 2010

Los egos revueltos de los escritores

Eso de la humildad de los escritores es un mito como la copa de un pino. No hay escritores humildes, modestos, de autoestima normal, ni mucho menos baja. Los egos de los escritores, todos, salvo determinadas y honrosas excepciones, como Borges, fueron y son enormes.
En la revista AdnCultura del diario La Nación de Buenos Aires, Héctor M. Guyot nos sirve en bandeja, en su nota La vidriera de las vanidades, un adelanto de las memorias del periodista y editor de libros español Juan Cruz Ruiz, que versan sobre escritores en la intimidad.
En el libro en cuestión, titulado Egos revueltos, Juan Cruz Ruiz habla de los creadores que entrevistó y trató en el ejercicio de sus dos profesiones, y afirma que la desmesura de sus egos es asombrosa.
Cuenta, además, sabrosas anécdotas de los autores más conocidos, desde Pablo Neruda, que al parecer batía todos los récords de soberbia en esa feria de vanidades, hasta Cortázar, que hablando un día con su homólogo peruano José María Arguedas, autor de la maravillosa novela Los ríos profundos, le dijo: Usted toca una quena en Perú y yo dirijo una orquesta en París.
Arturo Pérez Reverte almorzaba un día con Mario Benedetti y otras personas en un restaurante de Montevideo. Pidió dulce de batata. No había. Juan Cruz cuenta que el autor de la saga del capitán Alatriste experimentó una decepción tan profunda que no pudo dejar de exclamar: ¡Ya me parecía a mí que algo iba a faltar en este maldito restaurante tan bueno!
Un joven editor uruguayo que asistía al almuerzo, salió subrepticiamente del maldito restaurante y volvió con el dulce de batata, que fue servido a los postres. A Pérez Reverte le volvió el alma al cuerpo.
El libro de Juan Cruz Ruiz, editado por Tusquets, llegará a Buenos Aires el mes que viene. En él se trazan rasgos de las personalidades, muchas de ellas desconocidos hasta ahora, de los más famosos escritores del último medio siglo. Muy pocos se caracterizaron por su modestia.

© José Luis Alvarez Fermosel

Otoño posmoderno

Volvió el otoño, que había permanecido acantonado en un fuerte hecho de cumulunimbus –las nubes tan temidas por los parapentistas-.
Este año vino en un helicóptero de fuselaje ultraliviano y ultramoderno, como de película de ciencia ficción. Por eso no pudimos ver cómo viste, si va de traje piel de tiburón –al estilo Palm Beach
-, o se arropa con un gabán más o menos tupido.
De manera que no se sabe si va ser caluroso como el verano que se prolonga cada vez más en Buenos Aires, hasta imprimirle carácter de ciudad tropical, o si lanzará de tanto en tanto puñados de granizo al aire, como quien tira arroz en una boda, y tendremos que sacar a relucir las chaquetas de “tweed” y algún abrigo, aunque no sea de invierno.
Las hojas comenzarán a desprenderse enseguida de los árboles y caerán en el pavimento y crujirán bajo las suelas de nuestros zapatos. Y habrá atardeceres de seda siena y rosa viejo.
Pero el otoño, este otoño no trae poesía, o trae muy poca. Si Verlaine
viviera tendría que jubilarse y abrir una casa de cambio o una inmobiliaria. Su violín, el violín del otoño, estaría mudo, encerrado en su estuche y éste dentro de un armario ropero, al lado de unas botas de montar color corinto y medio envuelto entre los pliegues de una vieja capa negra con forro carmesí.
El otoño del año 2010 dista mucho de ser clásico. Es intemporal o, peor aún, posmoderno. Seguramente guarda en su mochila de tela de “jean” un IPod y un teléfono celular de última generación para comunicarse con el dios del algoritmo.
Esa sutil neblina azul gris que envolvía en otros otoños las plazas y los jardines a la caída de la tarde, no es ahora otra cosa que “smog” y las rosas de otoño no se desmayan en pétalos color limón, como de jazmín ruborizado. Ni siquiera languidecen hasta que se marchitan en floreros con agua y una aspirina en el fondo, ni exhalan perfume alguno, porque son de plástico. Creo que se hacen en laboratorios.
El otoño llega este año trazado por geómetras y tiene que reportarse con regularidad al Servicio Meteorológico Nacional, como un preso en libertad vigilada que tuviera que presentarse todas las semanas en la comisaría con un GPS arrollado a un tobillo.
El verano le habrá dejado una buena provisión de calor, para que lo distribuya con largueza y sigamos todos recalentados -o recalientes, con todo lo que está pasando…- con tardes sin brumas que borden arabescos plateados en el gran cañamazo del cielo anaranjado, ni amaneceres pintados a la acuarela.
Si llueve, que lloverá, no será la lluvia garúa acariciante, sino chubasco violento o turbonada tropical.
Ya nada, ni siquiera el otoño, es lo que tendría que ser.

© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:
Disquisición en otoño

El gran otoño del mar

sábado, 20 de marzo de 2010

Tramposos

miércoles, 17 de marzo de 2010

Animal enciclopédico

El primer periodista gastronómico de la historia, el francés Alexandre Grimod de la Reynière, calificó al cerdo de “animal enciclopédico”, sin duda porque de él se aprovecha todo.
Grimod de la Reynière fue un personaje muy curioso del siglo XVIII francés, mezcla de “dandy” y “playboy” y, desde luego, amante de la buena mesa. Reunía en su casa -un magnífico hotel de los Campos Elíseos que, si mal no recuerdo, ocupa ahora la Embajada de los Estados Unidos en Francia-, a lo más granado de la intelectualidad de la época.
Los invitados eran siempre veintidós, de los cuales sólo dos eran mujeres y tenían que estar vestidas de hombre. Tenía dinero por su familia, lo que no le llevó a una holganza excesiva, pues se licencio en Derecho y trabajó como periodista, distinguiéndose en esta disciplina por su agudeza.
El no menos conspicuo Charles Manselet
, también francés, también periodista, también “gourmet” y, además, novelista y autor dramático, se ocupó, asímismo, del cerdo, al que calificó de animal rey, ángel querido…
Otros muchos autores y personalidades de distintos ámbitos y nacionalidades escribieron del cerdo largo y tendido.
Es que, como dice José Repollés
en su delicioso librito –agotado, por desgracia- Cocina Española, de la colección Zas-Marabú de Bruguera, el cerdo es el rey de los animales, gastronómicamente hablando, por supuesto.
Repollés nos informa que al cerdo, cuando está casado, ha de llamársele verraco; a su esposa, cerda; y a los hijos, según su edad, lechón, cochinillo o puerco. Cuando al cerdo se le castra se le llama cochino o gorrino. Sólo cuando está muerto debe recibir el culinario nombre de cerdo.
Otro autor de campanillas, el comediógrafo, poeta y articulista Juan Chorot Castillo
, colaborador durante muchos años de los diarios españoles Arriba y ABC, dedicó al cerdo el soneto reproducido bajo estas líneas.
Chorot –así firmaba- llegó al pináculo de su popularidad como escritor festivo en la revista humorística madrileña La Codorniz, donde inmortalizó secciones como “Coplas a escoplo” y “Luchas matrimoniales”.

Soneto al cerdo

No fuiste, no -muy otro fue tu sino-
bello animal como el caballo hermoso;
ni como el cisne en su bogar sedoso
estiraste el pescuezo peregrino.

No es tu gruñido el canto delicioso
del arroyo quebrado y cristalino;
ni tu rabo rizoso, buen cochino,
pudo ser nunca tu remate airoso.

Tus bellas cualidades, tan famosas,
las descubren tus carnes sustanciosas
que en alarde de líder las impones.

Porque para vencer en toda raya
al cisne, o al caballo, o al arroyo,
te bastan tus magníficos jamones.

© José Luis Alvarez Fermosel

Nota relacionada:
El olivo de cuatro patas


El olivo de cuatro patas

Siempre que se dice cerdo en España se añade inmediatamente después: “¡Con perdón!”. No se sabe, o por lo menos no lo sé yo, a quién se pide perdón, ni por qué.
Es como si se dijera una palabrota y uno quisiera excusarse por haberla dicho. O como si se llamara a alguien cerdo para insultarle, lo cual es muy común, y en todos los idiomas, y a continuación uno quisiera presentarle sus excusas.
Pero vamos al tema, antes de que esto se parezca a un ejercicio de asociación libre. El cerdo –dicho sea por una vez sin pedir perdón a nadie-, es un maravilloso y generosísimo animal, que después de ser degollado cruelmente nos ofrece, para que nos las comamos, todas y cada una de las partes de su cuerpo, desde el hocico hasta rabo. Su sangre es fluido imprescindible para la elaboración de chorizos y morcillas, que son sabrosas “delikatessen”. ¡Ni qué hablar del jamón ibérico, suprema exquisitez si las hay!
Al cerdo, la verdad, se lo desconsidera, incluso después de haber caído bajo la cuchilla del matarife y pasar por un proceso de laboratorio que lo convierte a todo él, repitámoslo, en un majar delicioso.
Ahora, por ejemplo, hay muchos que dicen que la grasa del cerdo ibérico es perjudicial para la salud, porque aumenta la acumulación de colesterol en la sangre. Pero no es así, ya que las grasas del cerdo ibérico son monoinsaturadas y contienen un 50 por ciento del mismo ácido oléico presente en el aceite de oliva, tan beneficioso para la salud.
El médico y nutricionista español Francisco Grande Covián
, descubridor de las virtudes de la dieta mediterránea, denominó al cerdo “El olivo de cuatro patas”, definición que el profesional estableció cuando desempeñó el cargo de coordinador del Comité de Salud Alimentaria de los Estados Unidos.
Cambiando de tema, e instalándonos en el contexto de la característica crueldad española, atestiguemos que la matanza del cerdo es desde tiempo inmemorial una tradición, todavía más, un festejo.
En Andalucía, en el sur de la Península, la matanza del cerdo en noviembre, en pleno otoño del hemisferio norte, constituye una verdadero acontecimiento, que se celebra con características casi de feria popular.
El hecho gravita positivamente sobre la gastronomía y el desarrollo económico de una región que produce el mejor jamón del mundo y, a mayor abundancia, el mejor aceite de oliva y los mejores vinos de jerez.
La época de la matanza del cerdo está signada por la alegría y el bullicio del pueblo, que se regocija de antemano pensando en los jamones, morcillas, chorizos, chuletas, lomos y “ainda mais” que comerá a dos carillos a lo largo de todo el año.
El sibarita escritor español José María Castroviejo
sostiene, refiriéndose a este acontecimiento, que “(…) en transmutación maravillosa, el cerdo, en los umbrales del invierno, nos reconcilia con la áspera existencia y nos hace a todos inocentemente felices, como monigotes bondadosos de un viejo cuadro flamenco, donde hasta el perro sonríe moviendo el rabo, que no le cortan, como al cerdo. Tal vez sea la alegría inconsciente del ‘primun vivere’, frente a tantos casos y cosas que hoy se empeñan en negarlo…”.

© José Luis Alvarez Fermosel


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A buen hambre no hay pan duro

Duelos y quebrantos
Pan con tomate y jamón

Los "think tanks"

Los laboratorios, o fábricas, o depósitos de ideas, o tanques de pensamiento, como se los quiera llamar en español -en inglés el término es “think tank-, proliferan ya en casi todo el mundo.
Fundaciones, intelectuales, economistas y "operadores" han constituído los “think tanks”: seminarios de ideas, instituciones apartidistas, según se definen, que se dedican a ofrecer soluciones a los problemas que se plantean en nuestro tiempo.
Las políticas que defienden partidos y sindicatos o las denominaciones que toman los gobiernos ante las crisis (fundamentalmente económicas) nacen en estas fundaciones, que son el nuevo centro de poder que asesora a la elite dirigente.
Los “white collars” norteamericanos dicen, no sin cierto cinismo, que en Washington hay cuatro poderes: el Ejecutivo, la judicatura, los “think tanks” y la prensa. Y no por este orden.
Los mejores cerebros en todos los campos de la política, las fuerzas armadas, la economía, la industria, las relaciones exteriores, las comunicaciones y la sociedad riñen una sorda pero feroz batalla por suministrar ideas a la elite política en los cambios que se avecinan.
Los “think tanks” se han convertido en un engranaje del poderoso y complejo mecanismo político-económico-social norteamericano.
En determinados aspectos sustituyeron a la evaluación que, dentro de la inteligencia abierta, integró y puso de relieve informaciones al más alto nivel durante la guerra fría. Sus antecedentes fueron lo que los norteamericanos llamaron “E-mati” y los rusos “svodka”. Es decir, evaluación. Una evaluación significaba entonces la incorporación de toda clase de información al más alto nivel.
La revista Planeta dijo algún tiempo atrás que ninguno de esos hacedores de decisiones, poseedores del verdadero poder, más allá del poder aparente del jefe del Estado, existió en Rusia antes de 1917, año de la revolución. Habrían sido creados directamente por Lenin.
El puesto de evaluador existió en los Estados Unidos, al parecer, desde 1947.
Según Andrés Ortega Klein
un 37,8% están en los Estados Unidos y sólo un 8,03 % en América del Sur, principalmente en Argentina, Chile, Brasil y Colombia.
Hay actualmente cerca de 2000 "think tanks" en los Estados Unidos. Los 100 más prestigiosos e influyentes están en Washington. La competencia entre ellos es brutal.
"Estamos librando una verdadera guerra de ideas", señaló Cheryl Rubin, de la Heritage Foundation (HF). La HF
y la American Enterprise Institute (AEI) están considerados hoy como los "think tanks" depositarios de la mayor parte del poder intelectual norteamericano.
Los "think tanks" aseguran que son apartidistas. Pero tienen una indudable coloración política en la práctica. No pagan impuestos, tienen que demostrar que no están politizados y se dedican al estudio y la investigación.
La influencia de los "think tanks" es impresionante, dentro y fuera de los Estados Unidos. Los medios de comunicación constituyen su principal instrumento. La independencia de los "think tanks" se fundamenta en su autonomía financiera. Los principales cuentan con importantes recursos procedentes de antiguas donaciones que aportaron fundaciones, corporaciones y simples particulares.
Los "think tanks", centros de pensamiento y debate, poder en la sombra, ejercen una influencia cada vez mayor sobre los cuadros de dirigentes, quienes antes de tomar una decisión piden los análisis y estrategias que elaboran los expertos.


© José Luis Alvarez Fermosel

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El imperio del ocio (III)


domingo, 14 de marzo de 2010

En memoria de un eximio ambientalista

Hoy se cumplen 30 años de la muerte del gran naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente, cuyo helicóptero se vino abajo en Shaktoolik (Alaska) -junto con cuatro de sus colaboradores-, el 14 de marzo de 1980, mientras realizaba la filmación aérea de un capítulo de su serie para la televisión El Hombre y la Tierra, que habría de constar de 124, la mayoría rodados en España. De la serie estadounidense sólo pudo filmarse la parte correspondiente a Canadá y dos capítulos de Alaska.
Médico, biólogo autodidacta, ambientalista de verdad –no por moda o esnobismo-, defensor a machamartillo de la naturaleza, fue además un apasionado protector de la fauna y contribuyó al derrumbamiento de muchos mitos, como por ejemplo el de la ferocidad de los lobos –él tenía varios en una finca, mansos como perros, consecuencia del estudio de estos cánidos y su convivencia con ellos-.
Félix Rodríguez de la Fuente, hombre multifacético y carismático, expedicionario, guía de safaris fotográficos en Africa, escritor, conferenciante, cuyo saber se extendió a campos como el de la etología y la cetrería, fue pionero de la toma de conciencia ecológica en España cuando ésta se encontraba todavía en pañales en la materia.
Imágenes impresionantes de sus documentales
dieron la vuelta al mundo. Obtuvo premios en España (Ondas, Antena de Oro) y en el extranjero (Festival de Televisión de Montecarlo).
Su prematura muerte, a los 52 años, privó no sólo a España, sino al mundo entero de un ambientalista de primerísima línea, cuya influencia perdura a pesar del transcurso del tiempo. En España se suceden las conmemoraciones y actos recordatorios de este científico de extraordinarias aptitudes y acusada y cordial personalidad, que no hizo más que divulgar sus amplios conocimientos, con gran sencillez y humildad, y sembrar afectos.
Los Idus de marzo
fueron inexorables con Félix Rodríguez de la Fuente: nació un 14 de marzo y murió un 14 de marzo.
© José Luis Alvarez Fermosel

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El Hermano lobo

¡Cuidado con los Idus de marzo!

Durante los Idus de marzo cayó Julio César, muerto a puñaladas al pie de la estatua de Pompeyo, levantada en el Senado. Había llegado, de triunfo en triunfo, a hacerse amo y señor del mundo mediterráneo, cosa que no podía perdonársele. Fue víctima de una conspiración inicua encabezada por Tulio Címber y Casca, en la que participó Bruto, ahijado de César. Sabida es la frase de César, dirigida a Bruto, “Tu quoque, fili?”, y la respuesta del desnaturalizado: “Sic semper, tyrannis”.
En el calendario romano, los Idus caían en el 15 del mes Martius (marzo), que correspondería al 14 de marzo actual. ¿Qué eran los Idus? Los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre y el 13 del resto de los meses. Esos eran días de buenos augurios, en los que nada de malo podía ocurrir. No así en otros.
Julio César fue asesinado en un día maléfico de los Idus de marzo del año 44 antes de Cristo. Según el escritor griego Plutarco
–autor del libro Vidas paralelas, tan citado por los políticos desde tiempo inmemorial-, César había sido advertido del peligro, pero hizo oídos sordos a la admonición.
El día de su muerte, cuando se encaminaba al Senado, llamó a un vidente que le había avisado del grave peligro que le amenazaba y le dijo, riéndose:
- Ya llegaron los Idus de marzo.
- Sí, pero todavía no se fueron
-le respondió el vidente.
Aunque el calendario romano fue reemplazado por el moderno alrededor del siglo III, la mención a los Idus de marzo siguió haciéndose coloquialmente durante los siglos siguientes, implicita la referencia a la muerte de César. Precisamente en su obra Julio César, editada en 1599, William Shakespeare
clamaba: ¡Guárdate de los Idus de Marzo!
© José Luis Alvarez Fermosel

sábado, 13 de marzo de 2010

Para vivir

No es ésta la primera vez que acudimos, por así decirlo, a Manuel Vicent, uno de los más brillantes columnistas del periodismo español, para deleite de nuestros lectores y el nuestro.
En esta ocasión, en una columna titulada Para vivir, publicada en el diario El País de Madrid
, Vicent toca un tema trillado que él convierte en mirífico con su potencia de concepto y su magistral manera de contar las cosas, aun las más triviales, con un lenguaje que acaricia los martirizados tímpanos y alegra las pajarillas del alma.

Nota relacionada:
Loa al medalaganismo

Ilustración: dibujo de Manuel Vicent hecho por su casi tocayo Fernando Vicente.

Lógica

miércoles, 10 de marzo de 2010

Fundación mítica de Buenos Aires

Uno de los poemas más conocidos de Jorge Luis Borges, el escritor más famoso y admirado de Argentina.
Nació en Buenos Aires. Murió en Ginebra. No ganó el Premio Nobel.
“He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz…”, dijo en un verso de otro de sus poemas.

¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.

Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen,
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.

© Jorge Luis Borges, 1929

lunes, 8 de marzo de 2010

El Día Internacional de la Mujer cumple cien años

Este blog une sus felicitaciones a las de otros y otras muchas gentes a las mujeres de todo el mundo en el día histórico en que, hace un siglo, se instituyó la igualdad y la emancipación de todas ellas, gracias a una idea de la militante socialista alemana Clara Zetkin.
Desde entonces, la mujer conquistó numerosos derechos cívicos, políticos, sociales y laborales.
Queda todavía mucho por hacer, porque en infinidad de países las mujeres siguen sufriendo, en mayor o menor medida, discriminaciones de toda índole, cuando no situaciones de opresión.
Nuestro deseo ferviente es que esos desbarajustes cesen muy pronto y la mujer pueda ser libre en todos los sentidos y aspectos y ocupar el sitial que le corresponde.
La nota titulada “¿Por qué se conmemora hoy el Día Internacional de la Mujer?”, publicada en 26Noticias, sintetiza la iniciación de un proceso encaminado a conseguir la plena igualdad de la mujer con el hombre, objetivo todavía no alcanzado completamente, repetimos, en muchos países del mundo.

© J. L. A. F.

domingo, 7 de marzo de 2010

Sobre los compromisos

Los compromisos son una pejiguera. No nos referimos, naturalmente, a los grandes compromisos: con la patria, con la familia, con el prójimo, con nosotros mismos. Bueno, el prójimo suele crearnos responsabilidades u obligaciones que más que pejigueras se constituyen, en muchas ocasiones, en quebraderos de cabeza o por lo menos en incomodidades que la mayoría de las veces uno no prevé.
Trataré de explicarme. Uno se ha convertido, con el paso de los años, en un ser más o menos independiente, que no tiene que darle explicaciones a nadie y que casi le da ya lo mismo ocho que ochenta.
Así que, por ejemplo, decide quedarse un domingo en casa ordenando papeles, o viejas cartas, o no menos antañones álbumes de fotografías –actividades muy propias de los domingos-, y no se afeita ni se viste: conserva con voluptuosidad, bajo una bata, el mismo pijama con el que se irá a dormir tardísimo porque, ¡felizmente!, el lunes no tiene que madrugar.
De pronto, suena el teléfono, uno comete el desatino de atender y se encuentra con la voz jovial y apresurada de un viejo conocido que le dice que acaba de llegar de Badajoz, o de Salta, o de donde sea, y que va a pasar por casa a visitarle –si uno no tiene inconveniente- porque va a estar muy poco tiempo en Buenos Aires y no quiere perderse la oportunidad de saludarle, al cabo de tanto tiempo.
Uno siente que se le viene el mundo encima, el pequeño mundo de paz, sosiego y recuento de recuerdos que se había sacado de la manga. Como está bien educado y poco hecho a la mentira, por añadidura, accede a que le rompan su equilibrio, como la piedra que choca contra el estanque y forma círculos concéntricos que van ensanchándose hasta que desaparecen y el agua remansada recobra su tersura.
Esto es, no pone pretextos, ni objeciones y se prepara para recibir la visita. Se afeita –ya se había bañado-, se viste, verifica que la casa esté odenada, se asegura de que haya café, té, bebidas espirituosas suficientes y algunas municiones de boca, por si se tercia “improvisar” algo, y se dispone a esperar la visita, que en muchos casos no aparece, dejándole a uno hecho la santísima puñeta –lo de puñeta en sentido español, no en argentino-, como decía don Claudio Sánchez Albornoz.
¡Ah, el compromiso…! El pequeño compromiso social de circunstancias, casual, secundario, de coyuntura, que nos produce un sarpullido en el alma. La visita inoportuna, la invitación de un día para otro, el favor al pariente lejano, al amigo de un amigo, el artículo que tiene uno que escribir para que lo firme otro…
Lo mejor es eludir el compromiso, lo cual es una cobardía, ya lo sabemos. Pues nada, nada, hay que caer sobre la cobardía como en un sillón cómodo después de un día agitado y cansador. Es una trampa que se hace uno a sí mismo, que no le gusta porque tiene alto su nivel de autoexigencia, pero a veces hay que buscarse una excusa y quedar por una vez mal con los demás y bien con uno. Puede atenerse al empirismo moral de David Hume, que niega que haya deberes que se impongan por sí mismos, y a Auguste Comte, quien recogió parte de la doctrina de Hume y formuló el positivismo que sostiene que la única ética son las costumbres.
Pero eso es muy rebuscado, y ya mismo me arrepiento de haberlo escrito. Además, esas teorías de los filósofos citados, hasta donde están expuestas, constituyen otros tantos sofismas.
Sencillamente, hagámonos una trampa cuando no merezca la pena que cumplamos un compromiso que nos va a causar un perjuicio, un problema o simplemente una incomodidad.

© José Luis Alvarez Fermosel

Notas relacionadas:

¡Menos ruido y más nueces!
Decisión irrevocable.

sábado, 6 de marzo de 2010

Poemas del camino

“Quel serait mon plus grand malheur? L’exil.”
(André Maurois)

La amargura del destierro, el exilio: la tragedia de aquel que abandona su tierra y llega a países extraños, con otros modos de vida, otras costumbres y a veces otros idiomas, en busca de un futuro mejor, o por las razones que sean, es de las peores que puede sufrir un ser humano.
El poeta español Néstor Astur Fernández, que vivió la mayor parte de su vida lejos de su amada Asturias natal, reflejó magistralmente en sus versos la nostalgia del terruño perdido, siempre soñado, que va royendo lenta e inexorablemente el corazón del desterrado hasta convertirlo en una llaga viva.
Astur, como se le llamaba cariñosamente en Buenos Aires, publicó esta poesía, perteneciente a la serie Poemas del Camino, en el diario La Prensa de Buenos Aires, en 1977.


El desterrado

I
Desde la orilla otea brumas de lejanía.
Fue allá -donde talaron los árboles sagrados-
donde hacharon su vida.
Y allá lejos, muy lueñe, detrás del horizonte,
quedó inmóvil un mundo. Ese mundo era el suyo.
Siente calar la ausencia, gota a gota, en sus días,
y atracción de raíces bajo el humus lejano.
A veces, cuando añora, presagia un paraíso
a través del retorno; pero no es más que un sueño.
La realidad es otra, porque es otra la vida.
No siempre la esperanza leuda las ilusiones.
Por eso cuando adviene la hora del ocaso,
y todo le sugiere angustias y fatiga,
desde un acantilado cortado a pico, sueña
siempre con esa tierra
por la que sufre el nombre fatal de desterrado.

II
Su memoria recubre de verdor el paisaje,
y la nostalgia enciende las rosas del invierno;
de oro y nácar las playas, mientras se va quedando
triste, apagado, seco.
¡Oh, infancia hecha de ensueño, de mimo, de ternura;
adolescencia ardiente, juventud impetuosa!
Ahora desde el exilio las ve allá en lontananza,
pero llorar no sabe. No le enseñaron nunca.
No he de volver –presiente-,
no he de volver -se dice-.
No ha de tornar al punto de partida, al origen,
para cerrar su ciclo.
Sus brazos fueron mástiles, y están rotas las velas.
Todo su cuerpo un asta. Se quedó sin bandera.
Ceniza de tabaco le susurra el memento,
y está de pie y suspira, creyendo que está vivo.

© Néstor Astur Fernández

Simpática y provechosa Babel

Para practicar idiomas extranjeros –quienes los hablan-, a fin de que no se olviden por no usarlos frecuentemente, ¿qué mejor que encontrarse con gente simpática, tomar un café y charlar un rato? En inglés, en alemán, en portugués, en italiano, en el lenguaje que sea: es cuestión de juntarse con las personas que hablen la lengua que uno quiera practicar.
Fernanda Garbarini aporta muchos y muy interesantes datos acerca de esta iniciativa en una nota publicada en el diario La Nación de Buenos Aires.

Nota relacionada:

Un café en inglés, francés y hasta chino.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1239320&pid=8451388&toi=6714

Odd

viernes, 5 de marzo de 2010

Lugares muertos

Al hombre de nuestro tiempo, al que hemos dado en llamar macho posmoderno, o macho posmo, y del que tanto hemos hablado en la radio, le ha dado por… “diseñar” –así se dice ahora- sus vacaciones con la mirada puesta en lugares que bien podrían calificarse de…”bizarros”, tales como cementerios, hoteles semi derruídos, olvidadas necrópolis, herrumbrosos barcos varados en playas ignotas, desguazaderos de automóviles, aduares de desiertos… (Antes le gustaba ir a sitios remotos, exóticos y a otros que no hubiera hollado jamás la planta del hombre.)
El macho posmo no es original. La moda de buscar lugares muertos, o de viajar por ellos, no es nueva. Nada hay nuevo bajo el sol.
Giovanni Papini (1) decía ya en su libro Gog, escrito en 1931:

Me hallo casi al final de un viaje a través del viejo mundo, en busca de cadáveres. Itinerario de ruinas y de necrópolis. En vez de detenerme en las ciudades vivientes, habitadas por seres vivos, he ido en peregrinación a todas las ciudades muertas pobladas por sombras. En Egipto, dejando a un lado El Cairo y Alejandría, he visitado Heliópolis y Tebas; en Asia, saturándome de Troya, he visto Pérgamo, Sardi, Aneira, Jericó, y adentrándome en el desierto, la fabulosa Tadmar de las mil columnas, Ecbatana, la ciudad de los Magos, y, finalmente, Nínive y Persépolis, montones de restos imperiales. Luego he vuelto a Europa: en Creta me he paseado por entre los palacios medio sepultados de Enoso y de Tirinto; en Grecia he contemplado los restos de Eleusis y de Delfos; en Albania, los de Butrino. Finalmente he llegado a Italia. En Sicilia no me he detenido más que en Selinonte. Conocía Pompeya, pero he querido volver a Herculano; he ido al sepulcro de Cumas –encima de la caverna de la Sibila-, he llegado hasta Pestum, la antigua Posidonia. Ahora me quedan, hacia el norte, Ostia, Norba, Vellutonia y Populonia.

Hay, naturalmente, una diferencia entre la selección y la expresión de Papini y las del macho posmo.


(1) Escritor italiano (1881-1956). En su primera etapa se opuso al cristianismo. Posteriormente se convirtió al catolicismo. Fundó la revista Leonardo. Fue un excelente biógrafo y autor de Vida de Cristo (de enorme difusión), Dante vivo, San Agustín, el libro de relatos Gog (considerado por la crítica europea como su mejor creación) y otras obras.

© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:

Turismo exótico… ¿Lugares abandonados como puntos turísticos?
http://tepatinaelcoco.blogspot.com/2010/03/turismo-exotico.html

Chile confuso

Sigue temblando la tierra en Chile. Y salen a la luz errores, imprevisiones y se cruzan críticas y se denuncian culpas. Todo en un clima de gran confusión –lógico, por otra parte-, que no permite saber todavía con claridad si verdaderamente hubo irresponsabilidades y de cuanta importancia fueron.
Michelle Bachelet deja su mandato –que fue excelente-, ensombrecida y, sin disputa, presa de gran aflicción. El presidente electo, Sebastián Piñera, asevera enérgicamente que “(…) no ignoraré las debilidades, descordinaciones y carencias que esta tragedia ha puesto de manifiesto (…) pero la tarea es rehacer Chile y volver a transitar por la senda del desarrollo”.
La Iglesia católica, de gran influencia en el país trasandino, ha dejado oir su voz, pidiendo que se evitan las inculpaciones y todos los esfuerzos se dirijan a la reconstrucción.
© J. L. A. F.

Notas relacionadas:

Armada releva del cargo a director del SHOA.
http://latercera.com/contenido/680_231348_9.shtml

Mujeres peligrosas


Este libro reúne una interesante serie de relatos de escritores de novelas policíacas de gran renombre: un compendio delicioso, también diabólico y siempre fascinante, que presenta al lector una galería de personajes femeninos muy difíciles de olvidar.
El compilador fue Otto Penzler, considerado como uno de los mayores conocedores del género policial por Robert Brown Parker, escritor, a su vez, de novelas de la serie negra, infaustamente desaparecido en enero de 2010.
El volumen, de 413 páginas, fue traducido por Mirta Rosenberg y publicado por Editorial El Ateneo.
Penzler escribió de “Mujeres peligrosas” lo siguiente:

¿Qué hace peligrosa a una mujer? Existen innumerables opiniones al respecto, dependiendo de la experiencia del hombre o la mujer que responda.
Por las mujeres peligrosas, los hombres han matado, traicionado a su patria, a sus seres y a sí mismos, han abdicado de sus tronos y cometido suicidio. A veces, las mujeres peligrosas han sido dignas de esos gestos... dignas de que alguien arriesgara todo y abandonara las co­sas más preciadas.
Muchos detectives de la literatura han reparado en las muje­res peligrosas. Sam Spade se enamoró de Brigid O'Shaughnessy, mientras que Philip Marlowe y Lew Archer han sido frecuente­mente perseguidos por ellas, y a veces se dejaron atrapar.
Sherlock Holmes, aunque se permitió enamorarse de Irene Adler ("la cosa más primorosa que puede encontrarse en este pla­neta debajo de un sombrero"), sentía una famosa e intensa aver­sión hacia casi todos los miembros del sexo opuesto. "Nunca se puede confiar del todo en las mujeres... ni siquiera en las mejores", afirma Holmes en El signo de los cuatro. "Le aseguro que la mujer más encantadora que conocí en mi vida fue ahorcada por envene­nar a tres niños pequeños, para cobrar el dinero del seguro".
Aunque Archie Goodwin ama a las mujeres, su jefe, Nero Wolfe, habla generalmente como un misógino. "Se puede confiar en las mujeres para cualquier cosa, salvo en su constancia", dice. Y más aún, cuando se lo encuentra particularmente de mal humor, declara: "Las vocaciones a las que mejor se adaptan son la argucia, el enredo, la autopromoción, la zalamería, la hipocresía y la pro­creación".
Y ni Holmes ni Wolfe se topan con mujeres peligrosas en es­tas páginas. Esas mujeres los habrían consternado y horrorizado. Y también fascinado, tal como presumo que le ocurrirá a usted. Verían frustado su deseo de saber qué se proponían ellas, hacia dón­de pretendían ir, qué adorables trucos escondían en la manga.
A partir del duradero éxito de Hammett, Chandler, Mac Donald, Doyle y Rex Stout, resulta claro que esos escritores entendían mucho, incluyendo la capacidad de seducción, de cierta clase de mujeres peligrosas. Los autores incluidos en este volumen han de­mostrado similares logros al presentar un conjunto de femmes fatales para deleite del lector... y para provocarle un estremecimiento de alivio porque ninguna de ellas forme parte de su vida. Al menos, por su bien, es de esperar que no lo sean.

Notas relacionadas:

¡Cuidado con el “barman”!
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/06/cuidado-con-el-barman.html
El rostro en la noche.
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2008/04/el-rostro-en-la-noche.html
Ladrón de guante blanco.
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/10/el-ladrn-raffles.html
Héroes entre luces y sombras.
http://elcaballeroespanol.blogspot.com/2007/10/hroes-entre-luces-y-sombras.html

jueves, 4 de marzo de 2010

Chile en la encrucijada

Mientras se alarga la lista de muertos en el terremoto que asoló parte de Chile el 27 de febrero de 2010, que en el momento de escribir registra más de 800, se cruzan polémicas y acusaciones entre medios informativos y la opinión pública y el gobierno chileno, que se centran en la supuesta falta de prevención oficial y los también presuntos fallos en el desarrollo de planes y sistemas antisísmicos.
Esto pasa casi siempre y nunca se llega a nada positivo, en nuestra humilde opinión. Se buscan culpas y culpables que a lo mejor no lo son, o sí, pero lo que pasó, pasó y ya no hay manera de dar marcha atrás.
El caso es que el noble pueblo chileno está sumido en la desolación y el dolor, con su hermoso país gravemente dañado por el peor movimiento telúrico de la historia de la humanidad, en la opinión de los expertos.
Se suceden a diario las réplicas y ésto mantiene en vilo a un pueblo por el que siempre hemos sentido admiración, respeto y cariño y que, desde luego, no mereció la brutal embestida de una naturaleza salida de madre, en el complejo y desquiciado mundo del tercer milenio.
Ojalá que la reconstrucción del territorio chileno destrozado y martirizado, que ya se dice que durará al menos cuatro años, se adelante y sea eficaz, y si es verdad que se han cometido errores e imprevisiones, que ni unos ni otros se repitan.
El escritor chileno Antonio Skármeta (foto) se refiere a determinadas consecuencias del cataclismo en una nota que lleva por título ”La naturaleza tiene caprichos que los hombres no dominamos”, publicada en la revista de cultura Ñ del diario Clarín de Buenos Aires.


© José Luis Alvarez Fermosel
Nota relacionada:

La naturaleza tiene caprichos que los hombres no dominamos.
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/03/01/_-02150332.htm

¿La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?

Una gran parte de la población mundial ya es incapaz de distinguir la verdad de la ficción, sostiene el escritor español Javier Marías.
- ¿Será verdad?
- ¡Una verdad como un templo!
- Pero los gobiernos, los políticos, los comunicadores, la gente seria nunca dice una cosa por otra, no inventa. Vamos, me parece a mí.
- Permítame que le diga que está usted equivocado. No se lo digo para ofenderle, ni mucho menos. Pero esas instituciones, esas personas producen constantemente rumores, chismes y hablillas que contribuyen a la confusión general.
La verdad ha dejado de importarle a gran parte de la población mundial, dice Marías, para añadir acto seguido: “Me temo que me quede corto y que lo que ocurre es aún más grave: una gran cantidad de esa población es ya incapaz de distinguir la verdad de la mentira, o, más exactamente, la verdad de la ficción”.
Para Javier Marías, además, “la facilidad y la velocidad con que cualquier patraña o rumor se expanden hoy por Internet y por medio de los SMS hacen casi imposible atajar los bulos y las informaciones falsas”.
El conocido columnista español asevera: “En la época en que más medios hay para contrastar y verificar las informaciones, mayor es la indistinción entre lo verdadero y lo falso, confundidos en una especie de magma, y cada vez va teniendo menos sentido decir y saber la verdad. Total, ¿para qué, si ya casi pesa lo mismo que la mentira y apenas cuenta?”.
Javier Marías pone ejemplos muy gráficos al respecto y desarrolla este tema candente, con su habitual solvencia, en el artículo "Cuando ya no se distinguen" publicado en la revista de los domingos del diario El País de Madrid, en la que escribe regularmente.

© J. L. A. F.